Marzo. Año 5
Regina llevaba unos diez minutos mirando un punto indefinido del espacio, físicamente estaba en una reunión del Consejo de Storybrooke pero mentalmente estaba lejos de allí. A pesar de su distracción podía notar la mirada de la sheriff clavada en sus facciones, sabía que Emma quería hablar con ella pero consideraba que ya no tenían nada que decirse.
Después de la vuelta del Hook y de que la salvadora le confesara que pretendía permanecer al lado de su marido, Regina había evitado todo contacto con ella. Bueno, más bien , le había prohibido tajantemente que volviera a dirigirle la palabra sobre otros asuntos que no tuviesen nada que ver con la relación profesional que las unía. Y dado que Emma ya no dependía directamente de Regina, sus encuentros habían sido más bien escasos en las últimas semanas.
Intentaba mostrarse indiferente ante su presencia, hacer que no le afectaba en absoluto su mirada verde posada en ella, pero era mentira. En su interior bullía una amalgama de sentimientos que combinaba el amor y el resentimiento en proporciones casi idénticas. Frente a Emma conseguía mostrarse entera, como si su ruptura no le hubiese afectado en absoluto, pero la realidad es que estaba destrozada.
Además, Henry no dejaba de insistir en saber qué es lo que había pasado entre ellas debido al patente distanciamiento que habían tenido. Erróneamente se culpaba de ello por haber ayudado a Emma con la vuelta de la expedición de Hook a Storybrooke y Regina no se había sentido con fuerza para contradecirlo. Aunque no era de extrañar si en cualquier momento le llegaba alguno de los rumores que seguían rondando el pueblo; esos que ahora decían que ya no se las veía juntas porque Emma había vuelto al camino del bien con su marido.
Había veces que maldecía el momento en que se dejó embaucar por Emma, maldecía aquella noche en Arendelle y todo lo que había pasado posteriormente. También maldecía su suerte. Esa que le impedía ser feliz en el amor, esa que le hacía enamorarse de aquellos con los que era imposible tener un futuro. Quizá ese era su karma, lo que se merecía por todo el daño causado; podría redimirse pero jamás viviría una historia de "felices para siempre".
Centró de nuevo su atención en la reunión cuando David se levantó dando por terminada la misma, Regina asintió sonriendo levemente sin haberse enterado de nada. Mientras todos los asistentes abandonaban su despacho, se percató de cómo Emma intentaba hacerse la remolona para salir la última.
—¿Podemos hablar? — preguntó la salvadora una vez que el último de los asistentes hubo abandonado la estancia.
—Si tiene algo que ver con el ámbito profesional o con Henry, te escucho —respondió Regina ordenando de manera totalmente innecesaria los papeles que tenía sobre el escritorio. Intentaba evitar por todos los medios clavar la mirada en los ojos verdes.
—Regina...necesito que confíes en mí, solo necesito un poco más de tiempo. Por favor.
La reina alzó las pupilas de su mesa y las clavó de una manera fiera en el bonito rostro de su interlocutora. Durante unos instantes, mientras podía contemplar el semblante suplicante de Emma, estuvo a punto de claudicar, de darle otra oportunidad, de decirle que la esperaría todo lo que fuese necesario...Pero reculó. No podía hacer eso, no podía hacerse eso.
Iba a lanzar sin piedad una retahíla de dañinas palabras cuando la puerta de su despacho se abrió dejando ver a Yassim que parecía sorprendido por la presencia de Emma.
—Perdón, creí que la reunión había acabado —se disculpó.
—Sí, la sheriff Swan ya se iba —respondió Regina —, ¿verdad?
Emma la miró conmocionada, tenía los ojos llenos de lágrimas. Seguramente su negativa a mantener una conversación unida a la presencia del embajador de Agrabah, habían llevado a la salvadora a una conclusión totalmente errónea porque la realidad es que Yassim había acudido a una cita de índole totalmente profesional.
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Tempestad
FanfictionMediante recuerdos Regina comienza a desgranar su amistad con Emma, la cual ha acabado convirtiéndose en algo que amenaza con arrasarlo todo.