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Enero. Año 6

Regina regresó a Storybrooke con la primera gran nevada de ese invierno, no eran los primeros copos que caían en la pequeña ciudad de Maine pero sí los únicos que habían cerrado el colegio y que habían impedido algunos trabajos.

Así que cuando salió del portal se encontró con varios grupos de niños disfrutando del manto blanco que cubría las calles.

Henry la estaba esperando con una sonrisa y Regina estrechó a su hijo entre sus brazos. Estaba emocionada ahora que iban a vivir de nuevo bajo el mismo techo, que Henry hubiese decidido instalarse en su antiguo hogar durante algún tiempo había hecho que la reina dejara de lado su miedo a volver a Storybrooke.

Aquella fatídica velada de agosto fue la última noche que Regina había pasado en el pueblo, se había marchado con el corazón roto y las esperanzas destrozadas, pero ahora volvía feliz de saberse de nuevo junto a Henry. Además, había trabajado mucho para reponerse de su fracasada historia de amor con Emma.

Pero que sintiese que ya no tenía el corazón roto no significaba que no la invadiese un cosquilleo en el estómago ante la perspectiva de volver a encontrarse con la salvadora. Sabía, por Henry, que Emma había llegado a un acuerdo de divorcio con Hook y que este, tras aceptar un régimen de visitas a Hope, había partido a navegar de nuevo los mares de los distintos reinos.

El que no existiese posibilidad de verse las caras con el pirata era algo que Regina agradecía profundamente, dado el cariz dramático que habían alcanzado sus últimos encuentros.

—¿Quieres comer algo como una deliciosa hamburguesa grasienta en Grannys? — preguntó Henry divertido porque era plenamente consciente de su aversión por la comida tapona arterias.

—No, gracias. Además, ya he mandado mis cosas a casa, pero me gustaría pasar por mi despacho para ver si todo está en orden de cara a mañana.

—Te acompaño, si quieres.

Regina asintió mientras se agarraba del brazo que le ofrecía el joven.

—¿Vas a echar de menos vivir en el Bosque Encantado? —preguntó Henry mientras pasaban cerca de un sonriente muñeco de nieve de casi dos metros.

—No tanto como he echado de menos Storybrooke; he agradecido el paréntesis de estos últimos meses porque me ha permitido ver las cosas con perspectiva. Pero adoro mi mansión blanca, con sus suelos de madera, su calefacción que funciona correctamente y la privacidad que me otorga. En palacio vive mucha más gente de la que me gustaría y me muero por volver a recuperar la rutina que llevaba aquí.

—Mamá —Henry habló con la duda impregnando su voz, lo que le hizo saber a Regina que probablemente no le gustase lo que vendría después —, ¿estás bien respecto a Em...?

—Cariño— la reina interrumpió la pregunta —, estoy bien. Hace tiempo que acepté que hay cosas a las que es mejor no aferrarse. No ha podido ser y estoy bien con eso.

Henry apretó más el brazo enlazado con el suyo y permanecieron en silencio mientras continuaban su trayecto hacia el ayuntamiento.

***

El primer encuentro con Emma sucedió pocos días después de su vuelta a Storybrooke, una tarde en la que la reina regresó a casa antes de los habitual y en la que se encontró que Henry no estaba.

Regina estaba preparándose un té cuando llamaron al timbre, fue a abrir muy sonriente pensando en que sería su hijo cuando se encontró con la salvadora mirándola desde el porche de entrada.

—Hola —dijo Emma con una pequeña sonrisa —. Venía a por Hope. La reina frunció el ceño confusa—. Henry la ha recogido del colegio y hemos quedado en que me pasaría a por ella — repuso rápidamente la sheriff ante su gesto de confusión —. Le llamo.

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