Prólogo

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Regina miró los restos de la cena a medio terminar; los platos semi vacíos dejados de cualquier manera sobre la mesa, la botella de vino casi entera y las dos copas con restos de aquel tinto joven.

Una cena para dos interrumpida. Convertida en solo para una.

Ya no tenía hambre; la lasaña de su plato le resultaba repulsiva.

Se llenó la copa de vino hasta arriba y prácticamente se la bebió de un trago, después hizo aparecer un paquete de cigarrillos. Hacía años que no fumaba, bueno años... Un año.

Ya hacía un año de aquello que lo cambiaría todo para siempre; por eso la cena, las velas, el celebrar...

¿Había algo que celebrar?

Nada serviría de nada. Sus esfuerzos nunca servían.

Con un chasquido de dedos prendió el cigarro y se recostó en la silla mientras aspiraba el tabaco deseando que el veneno que contenía borrase el verdadero veneno de su interior.

Se dijo que ese veneno con nombre y apellidos llevaba dentro de ella más tiempo del que creía.

Regina se permitió, por doloroso que fuese, rememorar el punto exacto de inflexión, el día que Emma cambió su amistad para siempre y las consecuencias que había acabado trayendo.

Y de eso hacía mucho más de un año.

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