Capitulo 27| Memoria & Realidad.

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𝔓𝔞𝔲𝔩 𝔚𝔢𝔰𝔨𝔢𝔯.

Cuando encuentras a esa persona que te conecta con el mundo te vuelves alguien diferente, alguien mejor.

Pero cuando te arrebatan a esa persona... ¿En qué te conviertes?

Entendía la ira, tristeza y ansiedad por la que Dipierro estaba pasando, pues yo también la había experimentado en carne propia.

No tenía derecho a regañarla por su actuar, no tenía moral para hacerlo, pues cuando mi esposa falleció, exploté contra un compañero que detestaba profundamente.

La situación se salió de control y terminó en terapia intensiva.

Me había ofrecido a acompañarla porque sé lo que es sufrir en silencio. Estamos entrenados para no permitir que alguna pérdida nos afecte, y a esa regla era a la que, lamentablemente, ella era más fiel.

El ver la manera en que su hija fue asesinada solo me trajo recuerdos dolorosos de la muerte de mi esposa.

Creo que en este lugar soy el único que comprende su dolor.

No es fácil perder a un hijo y un esposo.

Ella tuvo la oportunidad de ver crecer a su hija, lo que hacía que su dolor fuera aún más grande que el mío.

A mí me arrebataron esa oportunidad unas semanas después de haberme enterado de que mi esposa estaba embarazada.

No logré conciliar el sueño. Si cerraba los ojos, volvía a ver a Jax dispararle a mi esposa.

En un arranque de desesperación en la madrugada, decidí viajar a Francia para visitar la tumba de Dominique.

Me atormentaban los pensamientos sobre qué habría pasado si no hubiera permitido que Jax terminara de esa manera.

Dejé a cargo a Márquez y partí de España rumbo a Albi, Francia, donde descansaba mi esposa. Ella había nacido allá, donde vivían sus padres, pero en cuanto cumplió los veinte años, se fue a Londres, donde la conocí.

Después de su muerte, sus padres me culparon y decidieron enterrarla en su ciudad natal.

No puse objeción, pues no quería discutir con los padres de mi esposa. Ella siempre los había querido mucho.

A pesar de que no me agradaban, los trataba con respeto por ella.

Recuerdo cómo solía hablar de ellos con cariño, y aunque nuestras diferencias eran evidentes, su amor por ellos me obligaba a mantener la paz.

Estar ahora frente a la tumba de mi esposa me hacía sentir un poco de paz en mi interior, a pesar de que todavía me lastimaba y atormentaba su ausencia.

—Lamento no venir a verte más seguido, mi amor —dije, con la voz quebrada y una sonrisa triste mientras sentía los ojos llorosos—. Soy un cobarde por no poder enfrentarme a la realidad. —Limpié las lágrimas que se me habían escapado—. Todavía sigo siendo un cobarde al no poder continuar con mi vida.

Después de su muerte, mi vida se había vuelto monótona.

Me sumergí en el trabajo, tratando de mantener mi mente ocupada y no pensar en lo que había sucedido, en esconderme de mis propios sentimientos, pero solo logré crearme una extraña rutina.

Lo único bueno de esa rutina fue que logré que las alucinaciones se detuvieran.

Me arrodillé frente a su tumba, sintiendo la fría tierra bajo mis manos, deje el ramo de rosas blancas frente a su lápida con cuidado.

Conocerse (Domisker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora