Jeff
Al día siguiente, sábado, me despierto pensando en Alan y sin darme cuenta estoy sonriendo.
Cuando intento incorporarme, una oleada de dolor me recorre la pierna. Al subirme el pijama, veo que un pequeño punto de sangre ha atravesado la camiseta con la que Alan me envolvió la pantorrilla. Sé que debería lavarlo o cambiar el vendaje o hacer algo, pero me da demasiado miedo descubrir la gravedad de la herida. Lo que ocurrió en la fiesta, los gritos, los empujones, las porras girando letalmente en el aire, los perros..., todo regresa como una inundación y, por un momento, siento que voy a vomitar. Luego se me pasa y me acuerdo de Charlie.
Nuestro teléfono está en la cocina. Mi tío está en el fregadero lavando los platos, y me lanza una pequeña mirada de sorpresa cuando aparezco en el piso de abajo. Me veo en el espejo del pasillo. Tengo un aspecto horrible, el pelo de punta y unas bolsas horribles bajo los ojos; me sorprende muchísimo que alguien pueda pensar que soy guapo. Pero hay alguien que lo piensa. Acordarme de Alan hace que un resplandor dorado inunde mi interior.
—Más vale que te des prisa —dice mi tío—. Llegarás tarde al trabajo. Estaba a punto de despertarte.
—Tengo que llamar a Charlie un momento —digo. Desenrollo el cable todo lo que puedo y me llevo el teléfono a la despensa para tener cierta intimidad. Pruebo primero su casa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco toques. Luego salta el contestador. « Ha llamado a la residencia Tate. Por favor, deje un mensaje no superior a dos minutos...» . Cuelgo rápidamente. Mis dedos han empezado a temblar y me cuesta trabajo marcar su número de móvil. Directo al buzón de voz. Su saludo es exactamente el mismo de siempre (« Hola, siento no poder responder. O quizá no siento no poder responder. Depende de quién llame» ). La voz no suena nítida, burbujea con risa reprimida.
Escucharlo tan normal después de lo de anoche me produce una sacudida, como si de repente soñara que vuelvo a un lugar en el que no he pensado durante mucho tiempo. Me acuerdo del día que grabó el mensaje. Fue a la salida de la escuela; estábamos en su cuarto, y probó un millón de saludos antes de decidirse por este. Yo estaba aburrido y no hacía más que golpearlo con una almohada cada vez que anunciaba su intención de probar « solo uno más» .
—Charlie, tienes que llamarme —digo al teléfono en voz tan baja como puedo. Soy demasiado consciente de que mi tío está escuchando—. Hoy trabajo. Me puedes localizar en el súper.
Sintiéndome insatisfecho y culpable, cuelgo el teléfono. Mientras yo estaba en el cobertizo con Alan, tal vez el estuviera herido, detenido o quién sabe qué; tendría que haberme esforzado más para encontrarlo.
—Jeff —mi tío me llama desde la cocina con voz cortante, justo cuando me dirijo arriba para prepararme.
—¿Sí? — Se acerca unos pasos. Algo en su expresión me produce ansiedad.
—¿Estás cojeando? —pregunta. Yo he hecho todo lo posible por caminar con normalidad. Aparto la mirada. Es más fácil mentir si no lo miro a los ojos.
—Creo que no.
—No me mientas —su voz se vuelve fría—. Tú crees que no sé de qué va esto, pero sí que lo sé —durante un minuto horrorizado, me parece que me va a pedir que me suba los pantalones del pijama o me va a decir que sabe lo de la fiesta—. Has vuelto a correr, ¿verdad? Y mira que te dije que no lo hicieras.
—Solo una vez —digo aliviado—. Creo que me he torcido el tobillo. Mi tío mueve la cabeza con expresión decepcionada.
—De veras, Jeff. No sé cuándo has empezado a desobedecerme. Pensaba que tú, por lo menos... —se interrumpe—. En fin. Solo quedan cinco semanas, ¿no? Y después, todo esto se arreglará.
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Loveless (AlanxJeff)
FanfictionEl amor es considerado una enfermedad peligrosa. La atracción, guiada por instintos y feromonas, es demasiado impredecible, por lo que el gobierno ha implementado la toma obligatoria de medicamentos para controlarla. La cura definitiva se administra...