Jeff
Y entonces llaman a la puerta. Cuatro toques suaves pero deliberados, uno detrás de otro. Mi corazón se detiene.
Charlie y yo nos separamos inmediatamente. Él se seca rápidamente las lágrimas —¿Qué ha sido eso? —dice. Le tiembla la voz.
—¿El qué? — Mi primera idea es fingir que no he oído nada y rezar para que Alan se vaya.
Toc. toc, toc. Pausa. Toc. Una vez más.
—Eso —la voz de Charlie suena irritada. Supongo que debería alegrarme de que ya no esté llorando—. Alguien llama —entrecierra los ojos y me mira con aire de sospecha—. Creía que nadie venía por este lado.
—No vienen. Bueno... a veces..., o sea, los de reparto...— Me tropiezo con las palabras y sigo rezando para que Alan se marche, intentando pensar alguna mentira, pero soy incapaz. Vaya con mis recién estrenadas habilidades para mentir.
Luego, Alan asoma la cabeza por la puerta y dice mi nombre. —¿Jeff?
Ve a Charlie primero y se queda paralizado, a medias entre el almacén y la calle. Durante un momento, nadie habla. Charlie se ha quedado literalmente con la boca abierta. Mira a Alan y luego a mí y luego otra vez a Alan.
Él tampoco sabe qué hacer. Se queda totalmente quieto, como si pudiera hacerse invisible solo con no moverse. Y a mí solo se me ocurre decir algo estúpido. Lo más estúpido del mundo.
—Llegas tarde.
Se ponen a hablar los dos a la vez: —¿Tú le dijiste que viniera a verte? —pregunta Charlie perplejo.
Y al mismo tiempo él: —Me ha parado una patrulla. He tenido que enseñarles mis documentos.
De repente, Charlie se vuelve práctico. Por eso es por lo que lo admiro: un momento está sollozando frágilmente, y al siguiente está totalmente controlado.
—Entra y cierra la puerta —dice seriamente a Alan.
Él lo hace y se queda allí con aire incómodo, arrastrando los pies. Tiene el pelo más revuelto que nunca, y en ese momento parece tan joven y tan guapo y tan nervioso que me dan unas ganas locas de acercarme a él y besarle, pero Charlie esta delante.
Charlie se vuelve a mí, se cruza de brazos y me lanza una mirada que podría jurar que ha robado a la señora McIntosh, la directora del colegio.
—Jeff Thanapon Aiemkumchai —dice—, tienes mucho que explicar.
—Thanapon... que lindo—suelta Alan. Charlie y yo le dirigimos una mirada asesina, y él retrocede un paso y agacha la cabeza.
—Esto... —las palabras aún no me vienen con facilidad—. Charlie, ¿te acuerdas de Alan? —pregunto en un hilo de voz. Charlie mantiene los brazos cruzados y entrecierra los ojos.
—Claro que me acuerdo de Alan. Lo que no consigo recordar es por qué está aquí.
—Pues él... Bueno, iba a pasarse...— Sigo buscando una explicación convincente, pero, como de costumbre, mi oportuno cerebro elige ese momento para morirse. Miro a Alan, impotente. Me ofrece un diminuto encogimiento de hombros y, por un momento, nos miramos fijamente. Aún no estoy acostumbrado a verle, a estar cerca de él, y vuelvo a tener la sensación de hundirme en sus ojos. Pero esta vez no me produce mareo. Al contrario, me sirve de anclaje, como si me susurrara sin palabras que él está aquí y que está conmigo y que estamos bien.
—Cuéntaselo —dice suavemente. Charlie se apoya contra las baldas cargadas de papel higiénico y alubias enlatadas, y relaja los brazos lo justo para que vea que no está furioso. Entonces me lanza una mirada que significa: «Más te vale hacerle caso».
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Loveless (AlanxJeff)
أدب الهواةEl amor es considerado una enfermedad peligrosa. La atracción, guiada por instintos y feromonas, es demasiado impredecible, por lo que el gobierno ha implementado la toma obligatoria de medicamentos para controlarla. La cura definitiva se administra...