Jeff
Esta noche no puedo concentrarme. Al poner la mesa para la cena, confundo la sal con el azúcar y, al rallar queso, me raspo los nudillos tantas veces que mi tío me echa de la cocina, diciendo que preferiría no comer piel como aderezo de los raviolis.
No puedo dejar de pensar en las palabras de Alan, en los dibujos cambiantes de sus ojos, en la extraña complicidad de su rostro invitándome a quedar con él. «Sobre las ocho y media, el cielo parece estar en llamas, especialmente en Back Cove. Deberías verlo...». ¿Es posible que me estuviera enviando un mensaje? ¿Realmente me estaba pidiendo que quedara con él? La idea me da vértigo.
No hago más que pensar en esa única palabra, pronunciada en voz baja y tranquila, directamente en mi oído: «Gris». Estuvo allí, me vio, me recordaba. Se me acumulan tantas preguntas en la mente que parece cubierta de niebla. Me resulta imposible tener pensamientos normales o prácticos. Al final, mi tío nota que me pasa algo. Justo antes de la cena, intento hacer mi tarea, pero mi mente está en piloto automático y mis pensamientos se encuentran a kilómetros de distancia, en el borde pantanoso de Back Cove. Conozco la distancia exacta porque es un buen trayecto para correr desde casa. En este momento, calculo el tiempo que me llevaría llegar allí en bici, e inmediatamente me reprocho por siquiera pensarlo.
Por otro lado, no hay ninguna ley que prohíba hablar con un curado. Los curados son seguros. Pueden actuar como mentores o guías de los incurados. Aunque Alan sea amable conmigo y nos llevemos bien, estamos separados, de forma total e irrevocable, por la operación.
—Jeff —mi tío ha salido de la cocina y me mira seriamente. Parpadeo dos veces, intentando concentrarme. Su cara está tensa de preocupación—. ¿Te pasa algo?
—No —bajo la mirada rápidamente. Odio que mi tío me mire así, como si pudiera leer los peores recovecos de mi alma. Me siento culpable solo por pensar en un alfa, aunque esté curado. Si se enterara, me advertiría: «Jeff, ten cuidado. Acuérdate de lo que le sucedió a tu padre». Diría: «Estas enfermedades pueden ser genéticas».
—¿Por qué? —pregunto desviando la mirada.
—Te llamé varias veces y no respondiste.
—Perdón. Supongo que estoy un poco... distraído.
Hay una breve pausa. Su mirada me estudia y deseo tanto que deje de hacerlo. Odio que me miren así. Por fin suspira.
—Sigues pensando en las evaluaciones, ¿verdad?
Expulso el aire que he estado conteniendo y la carga de ansiedad desaparece de mi pecho.
—Sí, supongo que sí.
Me arriesgo a mirarlo y él me concede una sonrisa huidiza.
—Sé que estás disgustado por tener que volver a hacerla. Pero míralo de esta manera: la próxima vez estarás aún mejor preparado.
Asiento e intento aparentar entusiasmo, a pesar de que empieza a roerme un molesto sentimiento de culpa. No había pensado en las evaluaciones desde esta mañana. Ni una sola vez.
—Sí, tienes razón.
—Venga, vamos. Hora de cenar —dice de forma cálida con una tenue sonrisa, haciendo que la culpa estalle con toda su fuerza. En ese momento, no puedo creer que se me haya pasado por la cabeza ir a Back Cove. Sería un error garrafal, un completo disparate.
Me pongo de pie para ir a cenar seguro de no ir. Pero durante la cena regresa mi curiosidad y, con ella, mis dudas. Apenas puedo seguir la conversación. Todo lo que puedo pensar es: «¿Voy? ¿No voy? ¿Voy? ¿No voy?».
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Loveless (AlanxJeff)
FanfictionEl amor es considerado una enfermedad peligrosa. La atracción, guiada por instintos y feromonas, es demasiado impredecible, por lo que el gobierno ha implementado la toma obligatoria de medicamentos para controlarla. La cura definitiva se administra...