Malditos Dones || Kicknipulens

十一

Capítulo 11: Frío.

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Se habían culminado las semanas de entrenamiento que se había propuesto el de tez lila, llegando a cumplir dos meses desde que llegó a ese hogar y formó junto al mayor aquél trato que los unió temporalmente, pero que dependiendo los resultados del día de mañana, podría finalizar al cumplirse el objetivo principal de ambos.

El de mirada rubí se dejó caer en su lecho soltando un suspiro de pesadumbre, recibiendo finalmente el respiro que su cuerpo tanto anheló.
Su tiempo de entrenamiento había finalizado, y podía decir que tuvo un avance sorprendente, pero por favor, avanzar era lo único que podía hacer entre sus constantes combates con el maestro, era eso o rendirse, pero jamás le daría ese gusto al mayor. Patada era vigoroso, pero él era persistente.

Aparte de los entrenamientos el maestro también le enseñó técnicas del Kung Fu, las cuales fueron en ocasiones tontas, pero temporalmente sirvieron. Recuerda que cada vez que el mayor le concedía unos minutos para descansar también solía corregir sus técnicas de combate, explicando la importancia de la postura y la rigidez a la hora de combatir. Manipulens aunque no lo demostrara, prestaba atención a cada una de sus correcciones, disimulando con una expresión de molestia.

Siempre fué así realmente, nunca mostró interés a la hora de que el mayor lo corrija, pero era más atento de lo que lo demostraba, pues a pesar de los años que se conocían siempre se aseguraba de no expresar que le importaba la opinión del otro. Al maestro se le subirían los humos y él no era alguien que le guste alagar realmente.

A veces cuando se quedaban hablando fluidamente y se mostraba muy social ante el de mirada ámbar, recordaba su diálogo ( discusión ) con la astróloga en el mercado, y de imprevisto su postura se tornaba rígida debido a ello, llegando a ser torpe de palabras.

Su peculiar situación no se debía a que las palabras de la mujer sean ciertas, simplemente no quería lucir muy agradable con el mayor por ésta breve cercanía que ambos tenían. Lo había aclarado consigo mismo anteriormente, solo está actuando amigable con Patada porque no le agrada la actitud tan hostil que le dirigía en ocasiones. Los días se volverían largos y abrumadores si decidían tratarse con rencor hasta el día de su recuperación, por lo que estaba muy seguro de que no habían segundas intenciones por ésta pequeña alianza.

Nada de ésto lo recordaría en cuanto se fuera del hogar Patada ya recuperado, se fiaba en ese pensamiento. Aunque la idea de ser un humano común y corriente le resultaba algo tedioso, sabía que él nunca fué un sujeto indefenso ni nada por el estilo, en cuanto logre reparar su vida haría múltiples hazañas que dejarían en grande su nombre, solo debía darse tiempo.

En dos semanas debía tomar camino al norte del estado para buscar a esa mítica curandera que lo ayudaría con su condición. Pese al dolor y el cansancio que sufrió su cuerpo en ese arduo mes reconocía que había mejorado sus habilidades físicas sorprendentemente, estaba más que preparado. Sus ansias por esa batalla estaban intactas, totalmente deseosas de ser manifestadas a la hora del enfrentamiento, casi sentía ganas de que el mayor esté allí para presenciar su victoria, pero tenía entendido que solo podía asistir al lugar una sola persona, y lo comprendía, sería injusto que al lugar asistan más competidores siendo solo un guardián.

Pegó su mejilla a la almohada sintiendo que no tardaría en caer dormido en unos minutos, y no pensaba evitar que eso sucediera, pues deseaba tener sus ánimos intactos para el día siguiente.

El de tez rojiza por su parte también se estaba preparando para dormir, sacando una sábana extra para la fría noche que se avecinaba. Sabía que Manipulens no necesitaría una, pues entre tantas visitas que ha hecho a su cuarto cuando el menor se enfermaba se aseguraba de dejarle lo necesario allí, llegando a convertirse en una especie de búnker de la cantidad de cosas que la recámara del de mirada rubí resguardaba.