十五

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Capítulo 15: La calidez y el miserable.



A medida que el cielo se oscurecía por una capa de incontables y grisáceas nubes, poco a poco las gotas comenzaron a descender del cielo hasta rebotar sobre la aldea, siendo acompañada por el sonar incesante del impacto de aquellos cristales húmedos.

El agradable olor del petricor llegó hasta las fosas nasales del menor, quien aún sin abrir los ojos comenzaba a analizar su alrededor, pero al sentir unos brazos alrededor de su cuerpo y un andar constante sin que sus pies toquen el suelo comprendió que estaba siendo llevado en brazos por alguien.

Abrió los ojos, y aún así no pudo observar nada, notando el gorro cónico que traía sobre su rostro y que evitaba que las gotas de la lluvia lo alcancen.

Débilmente se quitó el gorro con una mano para mirar al adulto de tez rojiza de forma inexpresiva, algunas gotas de la lluvia llegaron a tocar su rostro, pero poco le importó. El semi-empapado hombre de mirada ámbar tenía su vista fija en el camino, inconsciente de que su acompañante acababa de despertar. Por mucho que Manipulens quiso pedirle al maestro que lo bajara, tenía su cuerpo debilitado, y pese a sentir un interno y vago enojo, no objetó.

Estaba comenzando a recordar, y una vez más en sus recuerdos se encontró caminando por el bosque con su cuerpo repleto de dolores corporales y vomitando hasta lo que no comió. En ese momento se sintió como el ser más miserable de toda la historia, pero no por su pésimo estado, sino por las verdades que atacaron su mente mientras vagabundeaba entre los espesos oquedales.

Era un miserable porque había aceptado las aberrantes prácticas y culturas de quienes practican las artes oscuras, porque abandonó su hogar y al único pariente que lo quería y acepto el don que se suponía mejoraría su calidad de vida, porque paso dos decadas arruinando sus intestinos y funcionamientos corporales, porque se dejó llevar por su avaricia y cometió incontables crímenes y repitió el mismo patrón de dolor que todos esos infelices provocaban.

De cierta forma no era reciente enterarse de todas éstas cosas, pues una parte de él las sabía desde un inicio, pero cuando la ambición es fuerte ésta puede opacar cualquier clase de culpa. Ahora que regresó a su estado inicial comprendió que todo aquello que realizó todos esos años fué una perdida de tiempo que solo lo volvió más vulnerable de lo que creía.

De niño jamás hubiera imaginado que ésta era la vida de un integrante de las artes oscuras, pues siempre observaba una sonrisa y una mirada de emoción en quienes poseían dones, y él deseaba experimentar esa felicidad de considerarse fuerte, pero lo que tenían aquellos seres no era nada asemejado a la alegría, lo que tenian en sus rostros artificialmente coloridos era ambición y burla. No tenía ni la más mínima idea de que aquellos practicantes oscuros temporalmente serían consumidos por su propio poder; que aquello que se les otorgó como la solución de sus vidas a la segunda decada terminarían muertos por causa de esos malditos dones.

Daño a tantas personas y a sí mismo por haber aceptado las artes oscuras en su vida, malgastó tanto tiempo y se amargo por la filosofía de que si era el más fuerte nadie lo lastimaría, y fué así, pero porque él fué el primero en lastimar, y eso de hecho no lo hacía mejor. Por todo eso era un miserable, y por miserable debía haber muerto, pero una vez más Patada lo traía en brazos, como el héroe que nunca pidió.

— Tienes una mala costumbre de tomar cosas semi-muertas de la calle, ¿Te lo han dicho? – Se atrevió a bromear. El mayor al escucharlo hablar dirigió su mirada y atención a él con sorpresa.

Malditos Dones || Kicknipulens Donde viven las historias. Descúbrelo ahora