La llama de un corazón tierno

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La magia es arriesgarlo todo por un sueño que nadie ve, excepto tú.

F.X. Toole.

En las grandes batallas no gana el mejor, sino el que está más convencido.

Diego Simeone.

Superarse a uno mismo o perder. No hay más opciones.

Haruki Murakami.



—Déjame ver... oh, bien hecho, hijo.

—¿Te gusta?

—Eres muy bueno para los detalles.

—Aprendí de la mejor.

Lady Samara chasqueó su lengua, pellizcando apenas la mejilla de su hijo mientras bordaban juntos. Clement se había dedicado a perfeccionar su técnica para que su madre pensara que sus dedos vendados eran por las puntadas y no por estar disparando flechas ahora que Lord Herwell se había convertido en su tutor personal de entrenamiento. No le gustaba la idea de mentirle a su madre, pero ella aun se negaba a permitirle esa clase de actividades así pese a que el Maestre Lordos asegurara que su corazón no tenía problemas para ejercitarse. Y no le desagradaba del todo, de hecho, lo distraía y relajaba suficiente.

—Ama —una doncella se asomó por la puerta— Ha llegado un cuervo, Lord Vaemond llegará en unas horas.

—¿Lord Vaemond?

—El amo pide que le ayude a recibirlo.

—Claro. Ven, amor, debemos alistarte.

—¿Ah? ¿Y por qué?

—No vas a recibir a un Alfa de alto rango así.

Clement miró su lindo vestido de uso diario como decía, frunciendo su ceño al ir tras su madre para cambiarlo por otro más elegante, escuchando las consabidas amonestaciones sobre cómo dirigirse a un miembro de la Casa Velaryon. Bostezó algo aburrido, ese hombre seguro solo venía a hacer más negocios con su padre, dudaba que les prestara atención a ellos o al castillo cuando el suyo era deslumbrante. Todos en la cocina se pusieron a correr, igual que los sirvientes en el comedor, la sala principal y una recámara porque era seguro que se quedaría con ellos. Lord Vaemond apareció con una pequeña comitiva de lacayos, saludando alegre a Lord Herwell quien lo invitó a pasar.

—Recuerda a mi esposa e hijo.

—No podría olvidarlos, Lady Samara, Lord Clement.

Eso fue todo como lo predijo, caminando detrás de los adultos resignándose a pasar las siguientes horas escuchando de barcos, mercancías, números y cuentas. Lo interesante vino en la cena, se le hizo que Lord Vaemond estaba haciendo un esfuerzo por halagar la comida y la atención, esa familia nadaba en dragones de oro, debía estar acostumbrada a lo mejor pero su visitante estaba esforzándose por ser muy educado. El Alfa sonriente levantó su copa para brindar por la hospitalidad de los Celtigar.

—Y quiero brindar muy en especial por su hermoso cachorro. Que los dioses le den larga vida.

Una pequeña alarma brotó en el pecho de Clement, mirando a sus padres cuya sonrisa ya no fue tan sincera, Lord Herwell cambiando de tema rápidamente con una expresión seria. ¿Acaso ese lord quería hablar de propuestas matrimoniales? No para él pues estaba casado, obvio, sino para su hijo, Daemion. No dijo nada, quedándose en silencio el resto de la cena. Por las dudas, no bajó a despedirlo la mañana siguiente, tampoco lo hizo su madre lo que le confirmó que ella estaba molesta porque así se comportaba cuando luego discutía con su padre por alguna tontería y lo "castigaba" de esa manera. Solo sacó su lengua, sacudiendo su cuerpo como si tuviera un escalofrío. En su joven mente todavía no había espacio para tales cosas.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora