Cuando alguien me amaba

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El porvenir de un hijo es siempre obra de su madre.

Napoleón I.

Las madres perdonan siempre: han venido al mundo para eso.

Alejandro Dumas.

El corazón de una madre es un abismo en el fondo del cual siempre hay un perdón.

Honoré de Balzac.



Todo el viaje en el barco lo hicieron en silencio, nadie pronunció alguna palabra sobre el encuentro con el rey, apenas hablando sobre el clima o la llegada a Desembarco. Vhagar voló detrás de ellos porque era una descortesía llegar montado en su lomo siendo una Semilla. Clement no podía con los nervios ¿por qué el Señor de los Siete Reinos lo quería ver? ¿Acaso había hecho algo que lo ofendiera? Una vez que bajaron, fueron a una posada donde se cambiaron a ropas de gala para tomar un carruaje e ir a la Fortaleza Roja, el Omega sujetando su amado Balerion que siempre salía con él, más ahora que necesitaba algo de qué sujetarse para no mostrar su inquietud.

El hogar de la familia Targaryen era enorme, piedra roja que valía su nombre, con un montón de gente entrando y saliendo como en la ciudad alrededor. Clement se enganchó al brazo de su padre, apretando su dragón de tela cuando los hicieron pasar hacia la parte central, caminando entre la Corte Real que conoció por primera vez, sintiendo sus miradas, cuchicheando sobre ellos al apuntar con sus dedos. ¿Qué era lo que había hecho tan mal? No dejaba de pensar en eso cuando un lacayo les avisó que la mismísima reina Alicent vendría a recibirlos. El corazón del chico se alborotó, apretando su agarre en Balerion, mirando a su madre quien arregló su vestido.

—Seguro no es nada —consoló su madre tan tensa como él mismo.

Anunciaron a la reina, todos inclinaron sus cabezas al hacer la reverencia formal que imitaron, Clement viendo de reojo a la esposa del rey, era una hermosa mujer Beta de cuerpo delgado y elegante en sus modales como en su voz al llamarlo, iría solo hasta la sala del concilio donde sería presentado. Clement tragó saliva, entregando su Balerion a su madre, quien apretó sus manos como su padre acarició su mejilla.

—Lo harás bien, aquí esperaremos ¿de acuerdo?

—Sí, papá.

—Responde con honestidad y sé siempre educado, mi amor.

—Sí, mamá.

No supo si era correcto tomar la mano o no de la reina, pero lo hizo de todas formas, ella se veía amable y parecía estar preocupada por él, explicándole que el rey Viserys quería examinarlo porque de pronto su sangre era tema del concilio, un grupo de importantes lores que también lo revisarían. Sintió que algo no le estaba diciendo y temió que los hubieran separado para castigarlos, deteniéndose en seco, mirando a la reina en todo de súplica.

— No hice nada malo, de verdad que no hice nada malo, por favor, no castiguen a mis padres.

Ella apenas si le sonrió, tratando de darle ánimos al apretar sus manos entre las finas y delicadas que ella poseía. Clement sintió sus ojos rozarse, sí iban a castigarlos. Tan solo quiso saber por qué, qué era lo que había hecho enojar tanto al rey. ¿Fue por llevar a Vhagar a una batalla? En esos momentos varios caballeros como el que los acompañaban aparecieron, abriendo paso a la princesa Rhaenyra. La reina jadeó sorprendida, soltándolo al ponerse delante del confundido Omega, más despistado todavía cuando la princesa la hizo a un lado para verlo fijamente. Fue tal la fuerza en esos ojos violetas que Clement bajó la mirada, luego notando que la princesa temblaba y parecía que iba a llorar. Sin más, ella lo abrazó con tanta fuerza que juró iba a romperle algún hueso.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora