Segundas impresiones son mejores aún

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Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.

William Shakespeare.

El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está obligado a realizar.

Alfred Victor de Vigny.

Somos muy fuertes cuando admitimos nuestra debilidad.

Honoré de Balzac.




—¡Herwell!

—Sohol.

—La vida de lord te ha envejecido.

—No todos podemos conservarnos en el hielo.

Lord Herwell rió con su amigo, recibiéndolo en el puerto de brazos abiertos, palmeando con fuerza su espalda igual que el comandante de Braavos quien lo inspeccionó con la mirada, sonriendo ampliamente al caminar a su lado luego de dejar sus órdenes a su tripulación que también se alojaría en el castillo. La gente alrededor miró con curiosidad al recién llegado, no siempre podía verse a un extranjero de la talla de Sohol por esos lugares, murmurando entre ellos sobre aquella visita tan curiosa.

—¿Han tenido buenos vientos?

—Y hemos visto a lo lejos unos barcos de la Triarquía, los malditos insisten, peor que jodidas cucarachas. ¿Cómo está tu familia, Herwell?

—Están bien, ansiosos por conocer a mi buen amigo.

—Qué mentiroso —rió Sohol ladeando su rostro— Samara debe estar esperándome con un cuchillo en mano para arrancarme las pelotas.

—Veo que no has perdido el buen humor desde la última vez que nos vimos.

—Hago lo que me gusta, vivo disfrutándolo. Mm, se ve bien este lugar, algo aburrido, pero nunca fuiste de gustos exóticos que yo recuerde.

—Gracias, Sohol.

—No hay de qué.

Lady Samara los esperaba en la entrada del castillo, respirando hondo con algo de nervios porque no sabía qué pasaría con esa reunión. Al ver llegar a los caballos, se preparó, alisando su vestido y girándose hacia su hijo para darle las últimas instrucciones sobre cómo recibir a su futuro esposo... encontrando que Clement había desaparecido. Miró a la doncella que los acompañaba, estupefacta pues su hijo estaba apenas unos instantes detrás de ella.

—Salió corriendo, ama.

—Pero ¿qué...?

—¡Samara! —llamó Sohol desde su caballo del que saltó ágilmente todavía trotando— Al contrario de tu fofo esposo, tu has crecido en belleza.

—Adulador —sonrió Lady Samara, saludándolo un poco consternada— Bienvenido a Isla Zarpa y nuestro castillo.

—¿Clement? —preguntó de inmediato Lord Herwell al notar su ausencia.

—... huyó.

—¿Qué?

—Iré a traerlo, me disculpo, Sohol, él...

—Tranquilos, no pasa nada.

—Pero, pasa, esta es tu casa.

Clement se había encerrado en su recámara, tomando su dragón de tela que abrazó temblando de pies a cabeza, tirando en la cama hecho ovillo. Al final, el pánico le había ganado la partida. Desde que su padre enviara la carta con todas las firmas y sellos en regla, formalizando su compromiso de boda con el comandante de Braavos, había estado preparándose mentalmente para aquel encuentro, todas las mañanas se había puesto frente al espejo, diciéndose que todo estaría bien y que no había nada por lo cual angustiarse. Un día antes incluso se atrevió a bromear con su madre sobre la reunión, seguro de sí mismo igual que si se tratara de un viaje a lomos de Vhagar, nada de qué preocuparse.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora