El amor también duele

74 17 3
                                    


La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.

Cicerón.

No basta decir solamente la verdad, mas conviene mostrar la causa de la falsedad.

Aristóteles.

La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad.

Sir Francis Bacon.



Alicent odiaba los funerales, siempre recordaba el de su madre con ellos; las miradas de lástima, los consuelos hipócritas, los chismes a las espaldas. Por ello no se separó de Rhaenyra mientras los Velaryon despedían a su heredero igual que lo hicieran con su melliza. La sucesión caía en el segundo hijo de la princesa, en Lucerys Velaryon con el enorme problema del rumor sobre su ilegitimidad susurrándose incluso ahí en esos momentos de luto. Problemas agrandados por el Señor de los Rumores que su padre Otto ordenaba desperdigar para menoscabar la figura de la heredera del rey y abrirle camino a su hijo Aegon pese a la resuelta negativa de su madre la reina de hacerlo.

—A veces creo que es una suerte de castigo —murmuró Rhaenyra a su lado cuando la llevó a descansar a su recámara— Mi madre murió, mi hermano Baelon, mi...

—No ha sido tu culpa, Nyra, deja de pensar así.

—¿Sabes qué me dijo Jacaerys? Que le daba gusto que Laenor hubiera muerto porque solamente me humillaba al revolcarse con Alfas. Todos lo sabían al parecer, solamente fingían por miedo a mi padre.

—Nyra, basta, no te castigues así —la reina limpió su rostro, cambiándola igual que una cachorra para llevarla a la cama— Los días serán más ligeros conforme vayan pasando.

—Quédate conmigo, no quiero estar sola.

—Está bien.

La acunó entre sus brazos, besó sus cabellos y esperó a que durmiera para luego hacerlo ella, resistiendo las ganas de besar esos labios entreabiertos o tocar esa piel suave que se dejaba ver por el hueco de su camisón, unos montes que la hipnotizaron. No podía, no era correcto. No lo merecía. Siendo un dragón, Rhaenyra fue dejando los dolores del luto con el transcurrir de los días, invitándola a pasar una temporada en Desembarco para que no estuviera sola en Rocadragón. Hubo quienes afirmaron que Daemon había estado detrás de la muerte de Laenor, pero eso era una mentira, el príncipe volaba lejos cerca de Dorne cuando eso pasó, calmando su rabia contra ellos por los decretos de su hermano. Lo que sí pasó fueron noticias sobre aquel cachorro que trajo de nuevo el tema a la luz, olvidado por los funerales.

Otto convocó a un concilio para hablar del tema, Rhaenyra no estuvo presente porque aún no tenía los ánimos para pelear como ella cuando se informó que el hijo de Lord Herwell y Lady Samara Celtigar era en realidad una Semilla de Dragón, un bastardo Targaryen. Alicent ya no pudo contener al Gran Maestre, no se podía luego de que llegaran cuervos contando el asombroso rescate del cachorro a lomos de Vhagar dejando en evidencia que no era un Celtigar aunque sus padres ahora solicitaban a la corona que lo legitimaran como uno de ellos. Había salvado a esposas de terminar como esclavas de los Greyjoy, y estas no se cansaban de contar la historia cada vez más exagerada en alabanza.

—Si es una Semilla de Dragón, debemos saber de quién proviene, esto es importante si acaso queremos mantener la línea de sucesión intacta —demandó Lord Mano.

—¿Para qué? —la reina intervino, fastidiada— ¿Estamos aquí hablando de un cachorro que es un bastardo en lugar de castigar a los Greyjoy?

—Reina Alicent, si la criatura resulta hijo de Daemon, es un peligro.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora