Por mi nombre me conocerás

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Nuestro poder es nuestra habilidad de decidir.

Buckminster Fuller.

Sí, la valentía es una locura, pero llena de grandeza.

Reinaldo Arenas.

El destino tiene su manera de dar vueltas alrededor de un hombre... y tomarlo por sorpresa.

Tim Burton.



Primavera se había marchado, el verano se acercaba con sus vientos cálidos y lluvias de monzones. Clement estudiaba arduamente el Valyrio, trepado sobre unas rocas que miraban a la playa donde descansaba Vhagar. Los Velaryon habían traído cuidadores para llevarla de regreso o al menos conducirla hacia Rocadragón, resultando en tres pobres hombres carbonizados porque la Reina de los Dragones se negó a moverse de su sitio, tumbándose en la arena para dormir como si estuviera dentro de una cueva. Uno de los cuidadores más viejos, un Alfa llamado Whaloris, había afirmado que ella no quería irse y lo peor era insistir, podría atacar la isla si continuaban molestándola, por lo que hubo un edicto real para que pudiera quedarse en Isla Zarpa, con una dotación de ganado con qué alimentarla.

No siempre estaba durmiendo, a veces Clement no la encontraba en la playa, la dragona salía a volar quién sabe a dónde, por varias horas y regresaba a su rincón a echarse por las siguientes horas. Cumpliendo las órdenes maternas, no se había acercado a ella más allá de esas rocas que le daban una buena vista de Vhagar, toda enorme y larga cual montaña con gaviotas jugando sobre su lomo y el viento llevándose su aroma de fuego y sangre. El cachorro aprendió Valyrio con más empeño por aquello de las dudas, no fuese que se llegara a necesitar para controlarla, no podían estar dependiendo de los cuidadores, ya también los había pescado tomando siestas o marchándose al pueblo más cercano a divertirse. No los culpaba claro, era aburridísimo cuidar de un dragón que no se movía, pero era peligroso también el perderla de vista.

Whaloris le había recomendado aprender bien todo el vocabulario Valyrio, pero evitar por sobre todas las cosas los comandos que solamente los jinetes daban, pues siendo un Celtigar estaría muerto antes de que terminara de pronunciar esas palabras, recordándole que no era de la Sangre del Dragón. Ese Alfa era el que más le decía sobre los dragones, había estado en Pozo Dragón, pero luego marchó a Rocadragón con la princesa heredera, y ahora estaba en su isla atrapado con una dragona voluntariosa que aparentemente prefería la soledad a estar rodeada de los suyos. Los cuidadores no hablaban mucho la lengua común, así que la práctica del Valyrio con ellos era una perfecta ocasión.

Cerró su libro después de repasar su lección, mirando a Vhagar dormir como si nada le angustiara en la vida, suspirando un poco y bajando de ahí para volver al castillo para el almuerzo. Lord Herwell estaba mejor, todavía andaba con una muleta y algunos feos moretones en la cara, pero sonreía y se paseaba dando órdenes como si no hubiera estado al borde de la muerte. Clement fue a saludarlo con un beso en su mejilla, ayudándolo a sentarse en el jardín donde tomarían el almuerzo, sirviéndole un té que les habían regalado del Valle.

—¿Estabas haciendo tu guardia con Vhagar?

—No es guardia —corrigió a su padre— Solo... la miro.

—¿Por qué?

—Me gusta verla. Los cuidadores dicen que es horrible, yo creo que es imponente, tiene cicatrices de sus batallas.

Lord Herwell negó, viendo como le servía el té antes de tomar esa mano y jalarlo para que se sentara en su regazo.

—Te la has pasado ahí mucho más tiempo, dime, ¿es por lo de Aldren?

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora