Danza de cuervos

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Cuando el peligro parece ligero, deja de ser ligero.

Sir Francis Bacon.

Mayor es el peligro cuando mayor es el temor.

Salustio.

El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura cuando el peligro sobrepuja a la esperanza.

Miguel de Cervantes.




La Isla Fantasma obtenía su nombre a causa de la constante neblina que la rodeaba, escondiéndola a la vista de muchos barcos, algunos llegaban a estrellarse de no tener cuidado con las corrientes que pasaban. Era un lugar paradisíaco, por supuesto, lleno de vida con tantas cosas por ver que a Clement le tomó días el poder recorrerla toda con la inquieta Bea como su guía, contándole santo y seña de la isla de la misma forma en que lo había hecho con el palacio. No era una estancia aburrida o tensa, lo cierto era que Sohol le proporcionaba mucho espacio para adaptarse, sin presiones y siempre amable con él, buscando que mantuviera su sonrisa. La tristeza en el joven Omega se debía a no poder ver a sus padres, no al menos de momento.

Había platicado con el comandante sobre dar continuidad a su cortejo, una boda al estilo Braavosi, después de todo, la idea de estar en la isla era para eso, para formalizar su relación. El Alfa estuvo de acuerdo una vez que lo convenció, ordenando preparar todo para alegría de la cachorra quien estaba fascinada con él por ser de otro continente con otras costumbres y traer un enorme dragón consigo que le presentó y Bea recorrió alrededor en sus acostumbradas carreras sin preguntarse si era peligroso andar tan cerca de la Reina de los Dragones, una que ignoró todo ese griterío en el mismo ánimo taciturno de su jinete. El palacio fue decorado para la ocasión como acostumbraban en esas tierras, con telares y ramilletes de flores blancas y rojas, papelitos del mismo color alfombrando los pasillos y caminos.

Ione, la ama de llaves por decirlo de alguna manera estuvo al mando de los preparativos con puño de hierro, sin duda sería la envidia en la corte si la conocieran. Clement descubrió que ella era muda porque le habían cortado la lengua en su tiempo de esclavitud, así que se comunicaba -si es que lo hacía- con las manos, haciendo gestos que representaban palabras o ideas. Bea sabía de esas cosas, enseñándole poco a poco si no se distraía, algo que resultaba muy fácil de suceder. Mientras todo se alistaba para sus nupcias, el jovencito se dio a la tarea de conocer un poco más sobre la vida de su futuro esposo, en esas caminatas que hacían por la playa por las tardes, cerca de donde estaba un manantial.

—Me contaste sobre tu infancia —empezó Clement con voz suave— Yo quisiera saber algo más si no te molesta contarme.

—¿Sobre qué tienes curiosidad?

—Am, bueno... la última vez que hablé con el príncipe Daemon mencionó tu nombre afirmando que eres un monstruo, sé que tienen cierta rivalidad, pero no entiendo por qué te tiene en ese concepto.

Sohol rió un poco. —Nos hemos herido lo suficiente para guardarnos ese rencor.

—¿Entonces?

El comandante cruzó sus manos detrás de su espalda, mirando hacia las olas que se mecían suavemente sobre la arena perdiéndose en recuerdos muy lejanos que ensombrecieron sus ojos.

—Explicar eso en verdad es hablar de mi tierno pasado, no hay mucho en él, me temo.

—Te escucho.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora