Todos los dragones poseen un corazón

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El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.

Manuel Vicent.

La verdad levanta tormentas contra sí que desparraman su semilla a los cuatro vientos.

Rabindranath Tagore.

Nunca es igual saber la verdad por uno mismo que tener que escucharla por otro.

Aldous Huxley.



La tensión en ese salón era palpable no precisamente por lo que la princesa Rhaenyra estaba contando a todos los reunidos ahí, más bien era por la historia entre los oyentes. Cuervos habían volado a todos los reinos contando la traición de la heredera, asesinando a los reyes de Poniente, robándose la corona, intentando matar a la esposa de su hermano quien la descubrió en su crimen, huyendo en su dragón de la misma forma que había llegado, tan repentinamente justo cuando no estaban los dos guardianes de la pareja real. Ese era el mensaje en general que se estaba esparciendo entre las casas y ahora más de la mitad de los Siete Reinos apoyaban al príncipe Aegon Targaryen, recién nombrado rey por su abuelo Otto Hightower.

Clement apretó los labios, todo era tan confuso, más no le cupo duda alguna al ver las lágrimas de la princesa Rhaenyra que ella decía la verdad. Había visto a la reina en su compañía, por supuesto que jamás le haría daño, menos cuando no parecía ser alguien que tuviera en su naturaleza el ser agresiva. Y la estupidez de que el príncipe Daemon fue el asesino que se encargara del rey Viserys como de Ser Criston Cole porque lo vieron escaparse por uno de los corredores secretos era solamente un engaño para tontos. El Alfa ni siquiera estaba cerca, había estado sobrevolando los mares Celtigar cuando todo eso pasó.

Miró a su esposo, sonriendo al verlo tan tranquilo, siempre imperturbable como si estuviera acostumbrado a los conflictos o mejor dicho, a que varios Alfas estuvieran siendo agresivos con él, comenzando por el propio Daemon Targaryen, pasando por un enojado Lucerys Velaryon quien no les había quitado la vista de encima desde que entraran a la sala en compañía de su padre, Lord Herwell y de Lord Bartimos, este último ya haciendo planes con Lord Corlys sobre cómo proteger Rocadragón porque el ataque sobre la isla sería inminente.

—Esta es mi palabra, por la vida de mis hijos, no miento —terminó la princesa con algunas lágrimas en sus ojos por la muerte de su padre y mejor amiga.

Daemon negó, tomando la corona del rey que puso en la cabeza de su esposa, hincando una rodilla e inclinando la cabeza.

—Mi reina, la legítima heredera, Señora de los Siete Reinos y Protectora del Reino, Rhaenyra Targaryen. Yo te juro lealtad y te ofrezco mi espada.

Los príncipes Velaryon de inmediato hicieron lo mismo, la nodriza que llevaba al pequeño Viserys también los imitó como el resto, uno a uno hincando una rodilla y haciendo el juramento a quien llamarían la Reina Negra. Rhaenyra pasó sus ojos por cada rostro con emoción, asintiendo a todos ellos, quedándose un poco más sobre el de Clement antes de pedirles que se levantaran.

—Ustedes son todo lo que tengo, lamento que sea así.

—Y es más que suficiente —Rhaenys estaba ahí, apoyando— Tenemos más dragones que ellos.

—Te llevaremos a la Fortaleza Roja, reclamarás tu trono y harás justicia, Su Gracia —declaró muy seguro el príncipe Jacaerys.

El plan consistía en rodear Rocadragón sin dejar puntos ciegos y abrirse camino de alguna manera hacia Desembarco del Rey para tomar el trono. Se podía lograr con los dragones, pero había que ser precavidos pues aunque el otro bando tenía menos dragones, estaban bien enterados de sus debilidades. Tardaron un poco más en organizarse sobre la protección y el ataque ofensivo, dándole a cada uno de los presentes sus tareas. Al terminar, la ahora reina fue hacia el joven Omega, pidiéndole hablar aparte. Clement aceptó con su Alfa esperando no muy lejos, indiferente a las miradas asesinas de las que era objeto.

Sui GénerisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora