En silenció.

108 21 3
                                    


Eran las ocho de la noche, y mis ojos, los únicos que aún respondían sin dificultad, seguían el lento, eterno movimiento de las agujas del reloj. Había memorizado cada tic, cada segundo que se deslizaba, como si fuera lo único que me anclara a la realidad. La sed me quemaba la garganta, y el hambre era un hueco constante en mi estómago, pero nadie estaba cerca para ayudarme. Sola, como tantas veces. La cuidadora, que se suponía debía estar pendiente de mí, hacía tiempo que se había esfumado. Sabía que probablemente estaba en la casa con su novio, mientras mi tía viajaba por trabajo, confiando en que yo estaba en buenas manos. No podría haber estado más equivocada.

Intenté mover mi mano derecha, la única que, gracias a las terapias recientes, respondía mínimamente. Lenta, torpemente, arrastré mi dedo hacia el botón de emergencia al lado de la cama. Cada movimiento era un esfuerzo robusto, y aún así, el botón no funcionaba. Lo intenté una vez más, luego otra, y otra... cada fracaso más desgarrador que el anterior. Una lágrima rodó por mi mejilla, traicionando el sentimiento que me ahogaba por dentro. "Yo quiero morir..." musité, apenas un susurro para mí misma.

En un último esfuerzo, moví mi mano con torpeza, pero en lugar de presionar el botón, mis dedos cayeron sobre el cable del respirador. El frío del plástico me envió un escalofrío por el cuerpo. ¿Es una señal?, pensé. Dudé, aunque solo por un momento. No quería ser egoísta, no quería que mi tía sufriera más, ella trabajaba mas duro para poder comprar mis medicamentos y el suministro de oxigeno. Se merecía ser feliz, no estar atada a alguien como yo, un ser parapléjic que solo consumía su vida. No merecía vivir así.

Es mejor así. Ella estará mejor sin mí.

Con esa determinación, empecé a tirar del cable. Fue difícil, cada pequeño tirón costaba más fuerza de la que tenía, pero no me detuve. Mi corazón latía con fuerza mientras el sonido del respirador se apagaba lentamente. El oxígeno dejó de fluir, y en ese instante, el silencio fue ensordecedor. Que no lo escuche, recé en silencio. Por favor, que la cuidadora no lo escuche. Déjame morir en paz.

Y así sucedió. Nadie vino. La cuidadora nunca apareció. Mis pensamientos comenzaron a desvanecerse, y el peso de mi propia existencia se aligeró poco a poco. El mundo se fue apagando, hasta que solo quedó la oscuridad. Por primera vez en años, me sentí... libre.

Aunque cargaba con resentimientos profundos, en el fondo siempre había deseado vivir una vida normal, aunque fuera solo una vez. Quería sentir, experimentar, amar y si existe otra vida viviré al máximo...

Los segundos pasaron y

La muerte había llegado para mí, en el silencio de una casa vacía.


...

Quiero un final feliz [TVD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora