Prólogo

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Prólogo

Eva Dunkel

Oscuridad, un tatuaje en mi piel en forma de corona, un rayo de luz y la ilusión de que todo acabaría... suplantado por la desolación y la desilusión de que no había cambiado, que nada cambiaría sino que todo solo empeoraría cada vez más porque nunca vi la maldad que me rodeaba y no pude escapar de ella en cuanto lo supe.

Ahora estaba atrapada entre paredes de cemento, sin poder volver y sin tener derechos acá más que seguir las órdenes que se me imponían.

Abrí los ojos escuchando en mis oídos el recuerdo de las balas, de la gente gritando y de mí con el vestido blanco de novia mientras caía al suelo y se llenaba de sangre. Llevé las manos a mí vientre sintiendo una cinta de yeso, no sentía vida, no sentía nada. No quería enfrentarme a esto, pero ya lo sabía.

—Esposa mía has despertado. —dijo el rey Román.

Voltee al ver que él había entrado a la habitación donde yo estaba, aun tenía la ropa de la boda, así que me imaginaba que no había pasado más que unas horas.

—Dime que está bien —dije en un hilo de voz sin querer enfrentarme a la dura realidad—, por favor.

A pesar de no haber tenido tanto tiempo con el bebé, sentía que ya lo amaba, no podía creer lo ocurrido, no quería que nada de esto sucediera. Ni despertar en está realidad.

El rey Román mantenía su rostro gélido cuando dijo:

—Siempre podemos crear otro bebé.

Lo miré sintiendo que el corazón me latía resonando con fuerza en mis oídos.

—¿Qué significa esto? —susurré en un hilo de voz.

—Tus óvulos y sistema reproductor está bien —murmuró—, pero el bebé no lo logró. Federico lo mató porque no soportó la idea de ver que te desposara.

Se rio a secas como si esto fuera una maldita gracia. Cerré los ojos sintiendo el dolor de la muerte, las lágrimas saliendo de mis ojos, y empecé a jadear procesando la pérdida, por todo lo que estos desgraciados me habían hecho.

—Cuando dejes de llorar —dijo sin una pizca de empatía—, ven a mi habitación, hay que consumir el matrimonio.

Se fue cerrando la puerta, mí estómago se revolvió cuando solo dejó su simple olor y yo vomité.

La maldad del rey (#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora