Capítulo 14: Patán Eros, parte II

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Capítulo 14: Patán Eros, parte II

EVA DUNKEL

Eros reaccionó rápido se levantó dándole un puñetazo en la cara a la persona que me atacaba, lo agarró del cuello y en un brusco movimiento o como si tuviera ira contenida, lo alzó como un muñeco y lo pego del suelo estrellándose su cabeza contra una roca, lo tomó de la cabeza y lo golpeó contra la misma roca una y otra vez hasta que le fracturó el cráneo y lo dejó completamente muerto.

Me levanté apenas recuperando el aliento y Eros limpiando sus manos como si estuviera acostumbrado a esto me hizo una señal para que lo siguiera.

—Hay que movilizarnos —susurró. No tenía que explicarme nada, yo fui detrás de él sin dudar.

Corrimos un largo camino a la orilla del arroyo y luego subimos la colina, ya pareciamos haber cruzado la frontera, pero aun tenia miedo de que nos encontraran. De repente empezó a llover fuerte y estaba demasiado cansada, estaba al borde del desmayo.

—Falta poco. —susurró Eros.

Mi abdomen dolía un poco, pero que era por el ejercicio, no podía hacer estas cosas cuando se suponía que estaba de reposo.

—Dame un momento. —murmuré.

Me faltaba el aliento, sin decir nada más me ubiqué debajo de una cueva y me cubrí de la lluvia para descansar. Debía de verme realmente mal porque Eros también se detuvo y se acercó para cubrirse de la lluvia.

—Falta poco, casi llegamos. —dijo.

No le respondí, pero sí sentía muchísimo frío.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí.—me limité a decir a secas, me hacia gracia que ahora hubiéramos cambiado los papeles, él preocupado y yo distante.

—Estás pálida.

—Estoy bien —susurré, pero todo mi cuerpo estaba temblando.

—Ven acá, ¿tienes fiebre? —dijo y se quitó la camisa dejando su torso ejercitado al descubierto— déjame aclimatizarme.

¿Ahora le preocupaba? No se por qué me sentía ligeramente malhumorada ahora.

—No me toques. —repliqué.

—Ven, no seas terca.

Se sentó a mi lado pero sin tocarme, la verdad su piel me tentada a buscar calor, sentía que me congelaba.

—Primero, disculpate por ser un cretino. —dije.

—¿Estás hablando en serio?

—Muy enserio.

—No —replicó— y ven, puedes colvulcionar sí te sube la fiebre.

—Si te soy sincera ya no me importa morir —solté amargada—, he muerto tantas veces que estoy cansada de sobrevivir.

Tantas cosas feas, nunca se me iban a olvidar, era algo con lo que tendría que vivir y no estaba muy segura ya de seguir luchando. Era el peor momento del día en el que me podía atacar la depresión, pero me atacó en el peor momento y no podía hacer nada, solo sentir que ya nada valía la pena.

—Pronto vivirás —dijo Eros— ¿qué es lo que más ansias ahora?

—Volver a casa —respondí sin dudar—, a mi país, con mis padres.

Algo tan simple, se veía muy lejano.

—Lo harás.

Voltee a mirarlo, no parecía dudar.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque me aseguraré de que eso pase, volverás a ver si tus padres, volverás a estar bien, yo mismo te ayudaré a irte.

Qué ahora se comportara bien, me hacia saber que mi aspecto no debía de ser el mejor.

—¿Como creerle al príncipe patán olvidadizo? —susurré.

—Te lo juro con mi vida. Pero para lograr eso tienes que sobrevivir un poco más. Ven aquí.

No me moví, y él se acercó a mi, sus brazos fuertes me envolvieron, sentí que era cálido, y por medio segundo vinieron destellos del recuerdo del viejo Eros Dunkel, las veces que me tuvo así, las veces en las que me fundí en él y me olvidé del mundo, solo que ahora se sentía como si me consolara. Me permití recostarme de su pecho y aspiré profundamente su olor, se sentía tan extraño volver aquí, como si por medio segundo hubiera vuelto a estar con el hombre que tanto me obsesionó y se tatuó en mi piel.

—Es raro —murmuró Eros de repente—, se siente como si hubiera tenido un déjà vu.

No le dije nada, puede que él también hubiera sentido... Aquella conexión que nos unió. Eros bajó la cabeza, su nariz en la cima de mi cabello cuando él susurró:

—¿Sabes algo? —hizo una pausa y entonces continuó diciendo:— Llevo un tiempo preguntándome si es correcto o no recordar mí pasado contigo, porque un aparte de mí siente que sí fue importante, pero otra parte se niega a enfrentar qué pudiste volverme débil.

Fruncí ligeramente el ceño.

—¿Él qué exactamente te volvía débil? Porque tal vez no me amaste.

Su mano acarició mi brazo con suavidad sus dedos solo tardaron unos segundos en encender mi piel, como sí mi cuerpo estuviera despertando de un profundo sueño.

—¿Nos pertenecimos el uno al otro? —preguntó.

Tragué pesadamente saliva, mis ojos cristalizandose cuando respondí:

—Si me hubieras preguntado en aquel momento si daría mí vida por ti, lo hubiera hecho sin dudar.

Alcé la vista y me encontré con sus ojos azules grisaceos, como si pudiera entrar más allá de mí alma y dijo:

—Quiero besarte, quiero saber si logró recordarte con un beso.

Me tocó la barbilla alzandomela con sus dedos.

—No. —dije y me iba a apartar, pero no era una pregunta y él no me dejó apartarme cuando me tomó las mejillas con su mano y me besó.

La maldad del rey (#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora