Capítulo 3: Traidoras de la monarquía, parte II

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Capítulo 3: Traidoras de la monarquía, parte II

EVA DUNKEL

—Gracias por ayudarme. —susurré apreciando mi voz ligeramente ronca.

—Lo siento, por tu bebé. —comentó.

Afirmé con la cabeza lentamente sin decir nada, era un profundo dolor en el pecho que se asemejaba al montón de cosas que acontecieron desde que llegué a aquí a este país.

—Se me hace difícil pensar que el rey aún tenga fuerzas para querer tener una familia y más aún e procrear. —continuó diciendo con una ligera mueca de desagrado, probablemente al recordar lo cadavérico que era el rey.

—El bebé no era de él —susurré sintiendo la necesidad de aclarárselo—. Ni siquiera hemos consumido el matrimonio.

Él pareció sorprendido.

—¿Y quién era el padre?

—No creo que debas involucrarte más de lo que ya lo estás...

Los que sabían de más siempre los asesinaban por exactamente, saber demasiado.

—Tienes razón —dijo el doctor—, pero, para que el rey quisiera casarse contigo cargando un bebé que no fuera suyo, debía de ser algo más importante.

Reprimí una pequeña sonrisa.

—¿Te interesa mucho el chisme? —alcé una ceja.

—Pues, estamos aquí —dijo mirando alrededor la habitación tenuemente oscura—, sin poder salir, sin luz y sin poder dormir, claro que me interesa.

—¿No hay luz? —dije confundida, aunque ahora tenía sentido lo de las velas encendidas y el calor de la habitación.

—Solo velas —afirmó—, nada de electricidad por casi 12 horas enteras.

—¿Qué? —me sobresalté— ¿Y eso es normal?

—Es para mantener control sobre la población de Belmia, de esa forma estamos desinformados sin saber con exactitud qué pasa. Aquí solo hay una opción, o estar con ellos o ser el enemigo.

Suspiré, casi un siglo de este reino del terror, reinado por el mismo Satanás, ahora comprendía el por qué de toda esta rebelión, ya era demasiado tiempo viviendo en las miserias.

—Supongo que deben tener a todo el ejército desplegado en la ciudad buscandote. —continuó diciendo el doctor, quedamos en un breve silencio y él preguntó nuevamente:— ¿Y quién es el padre?

—Yo... perdí la memoria, no recuerdo gran parte de lo que me ocurrió. —mentí, prefería no contar todo el enredo en el que me había visto involucrada, metiéndome con el padre de mi mejor amiga que de hecho estaba casado.

—¿Y cómo estás entonces tan segura de que ese bebé no era del rey Dunkel? —preguntó pareciendo saber que ocultaba cosas.

—Solo lo sé —evité su mirada—, sé que nunca estuve ni estaría enamorada de un tirano como él, nunca le entregaría mi cuerpo.

Sentí su mirada sobre mí y nos quedamos en un raro silencio.

—¿Crees que pueda tener más bebés? —susurré tras una breve pausa y me atreví a mirarlo. Era una preguntaba que empezaba a atormentarme, porque esos disparos en mi vientre y esas operaciones a las que fui sometida me hacían sentir como si nunca volvería a ser la misma.

De hecho, algo en mí se apagó aquel día y solo estaba esta persona llena de ira y tristeza por la pérdida de una vida que nunca conocí.

El doctor se levantó del suelo y me fijé que era de hecho alto y de contextura gruesa, él empezó a caminar por la habitación hasta que se detuvo a un lado de la cama para mirarme, desde este ángulo lucia como un angel atrayente y misterioso.

—Es poco probable, tus heridas fueron muy peligrosas —dijo—, pero, ¿crees que los milagros existen?

Me observó en espera de una respuesta, tragué pesadamente saliva y me encogí de hombros.

—Eso creo, de lo contrario no estaría aquí fugada con un doctor que me curó el sangrado y no me entregó. —comenté con algo de ironía, él sonrió levemente.

—Entonces no pierdas la fe —respondió—. Te dejo descansar.

Se iba a dar la vuelta pero lo tomé de la muñeca, él volteó a mirarme, primero vio la mano que sostenía en su muñeca y luego alzó la vista a mis ojos, no sé por qué de repente esto se sentía íntimo, sentía que le tenía una gran deuda pendiente por ayudarme.

—¿Como es tu nombre? — pregunté.

—Patrick —sonrió un poco y yo lo solté—. Descansa reina Dunkel.

—Puedes llamarme Eva.

Él afirmó con la cabeza y salió de la habitación.

****

No sé cuanto tiempo había dormido, pero el dolor era insoportable, miré la mesa a mi lado tenía pastillas que tenían Morfina, de estas había empezado a tomar en el hospital a dosis reguladas, siempre me hacían sentir mejor. Me tomé una, luego me tomé otra y el alivio fue inmediato, cerré los ojos por un momento y me di cuenta de que tenía mucha sed.

Con esfuerzo me levanté ignorando los dolores musculares y tomé la morfina para meterla a mi bolsillo y tenerla cerca. Salí a la sala, la casa era pequeña, no tenía cuadros o adornos en las paredes, pero todo estaba muy ordenado, solamente en la sala vi lo que parecía ser un porta retrato, me acerqué con curiosidad vi una foto del doctor Patrick y una mujer rubia a su lado, ambos con grandes sonrisas, Uhm, ¿seria su esposa? un susurro robó mi atención, dejé el retrato encima de la mesa y me acerqué a la cocina con curiosidad quedándome paralizada cuando escuché al doctor decir al teléfono:

—...Ella está aquí, la tengo a salvo.

La maldad del rey (#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora