Capítulo 7: indecente
Federico Dunkel
No entendía por qué me habían liberado y me dieran acceso nuevamente a mi habitación, aún esperaba que en cualquier momento mí padre; el rey Román, liberara las máquinas de humo y me asfixiara, pero mientras transcurrían los segundos me di cuenta de que eso no pasaba. Lo que hice fue un acto arriesgado, intentar matar a Eva en su boda como venganza a mi padre por quitarmela y casarse con ella, sin embargo no me arrepentía; de lo único que me arrepentía era de no haberle disparado directo al corazón, porque si no era mía, no quería que fuera de nadie. Aún me amargaba saber que el único que interfirió en mis planes entre yo y la corona fue el rey; el único que no queria dejar el trono y desafiaba a la muerte.
De repente se abrió la puerta de mi habitación, me sobresalte y voltee justo para ver al rey Román con esas ridículas túnicas celestes que estaba usando desde la boda, largas telas que se arrastraban y lo cubrían como si quisiera aperentar ser un ser celestial, pero al tan sólo ver ese rostro se notaba que era el rostro del mismo demonio.
Me levanté sin saber si me había liberado para poder asesinarme con mis propias manos o sólo quería divertirse despedazándome cada extremidad. Parecía estresado y enojado, por lo que había escuchado, Eva había logrado huir del castillo y eso sin duda lo tenía encabronado, pero a mí, me divertía muchísimo ver como sus planes se habían ido a la mierda, sin embargo algo que había aprendido era que llevándole la contraria a mí padre, nunca recibiría mí premio ni obtendría beneficios.
Me arrodillé y me incliné de modo que mí cabeza tocó el piso.
—¿Ahora me reverencias? —dijo el rey Román con ligera arrogancia.
Alcé la vista hacia él cuando se detuvo frente a mí mirándome con soberbia y susurré:
—Tengo que agradecer que te has apiadado de mí y nos me has asesinado.
Él estrechó los ojos, evidentemente no me creía, pero para sobrevivir en este mundo junto a alguien como el rey Román sabía que había que decirle lo que él quería escuchar, que le era fiel.
—¿Sí? —dijo y colocó sus zapatos lustrosos frente a mí—, lame mí zapato. —ordenó y alzo su pierna para enseñarme la suela sucia.
«Maldito».
Tragué pesadamente saliva aguantándome las ganas de escupirlo, saqué la lengua y la pasé por su suela, escuché su carcajada cuando se separó de mí y dijo:
—Tan estúpido como siempre.
Empezó a caminar por la habitación y yo escupí a un lado del suelo antes de levantarme y pasar el reverso de mí muñeca por mí lengua. Que asco.
—Hay reportes de que Eros está vivo. —continuó diciendo.
¿Vivo? Lo miré sorprendido.
—¿Están seguros? —cuestioné.
Él afirmó con la cabeza deteniéndose frente a la ventana, encendió un cigarro y botó el humo lentamente de sí boca.
—Y hemos capturado a Martín, al ser amigo de Eros debe de saber algo —continuó diciendo—. Así que demuéstrame tu lealtad sacándole la información a como dé lugar. Quiero que lo hagas sangrar si es necesario y sí logras eso, te perdonaré la vida y tu libertad.
—Lo haré —prometí.
Si él era mi camino a la libertad, entonces me aseguraría de quebrarlo.
****
Estaba impaciente cuando los guardias trajeron a Martín de brazos y piernas atadas arrojándolo a mis pies.
—Miren quien está aquí —dije—, un traidor
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La maldad del rey (#2)
ActionNadie está a salvo de los malos. Todos son traidores. Todo lo que se ha convertido el Imperio es una forma de asesinar, una forma de venganza de la que nadie podrá salir vivo. Para Eva que está secuestrada y fue obligada a casarse con el rey, la...