Capítulo 17: Besos robados, Parte I

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Capítulo 17: Besos robados, Parte I

EROS DUNKEL

Cuando pegué mi boca a la suya, la sentí tensarse tanto que se quedó rígida en mis brazos, estaba ligeramente fría y tembló como si el tacto de mi boca contra la suya la hubiera tomado completamente desprevenida. A mi también. No esperaba hacerlo pero quería saber si lograba recordar algo tocando mi pasado; ella era mi pasado.

«Colores fluorescentes.

Planes en Dubai con proveedores.

Mi boca sobre la suya mientras leves sonrisas se asomaban.

Ella Jadeando mi nombre mientras se aferraba a mis hombros»

La excitación del recuerdo de aquel momento hizo que mis manos temblar y la sangre se concentrara en mi polla tan fuerte que sentí que se me iba a explotar el pantalón de un momento a otro. Ella jadeó sobre mi boca aumentando mis ganas cuando me correspondió abriendo la boca sin embargo hizo todo lo que no me imaginé, ella me mordió, tan fuerte que me hizo separarme a la fuerza y mí labio inferior empezó a botar sangre y lo próximo que supe fue cuando su puño impactó contra mi mandibula volteándome la cara en un golpe seco y fuerte.

—Mierda —susurré tras el golpe tocando mi mandibula mirándola cuando ella se soltó de mi agarre, se levantó y empezó a mover la muñeca de un lado a otro como si le doliera.

Me dolía a mi, yo que era tan tolerante al dolor, esta niña tan flacucha tenía un gancho derecho fuerte.

—Auch —jadeó y entonces se volteó hacia mí pareciendo enojada, su rostro antes pálido ahora estaba rojo— ¿Qué te crees? ¿que puedes venir y besarme?

Fue exactamente lo que hice, porque sí, creí que podía hacerlo y ella no haría nada al respecto porque era una tonta vulnerable, al parecer me equivoqué.

—Solo quería recordar, no es que quisiera besarte por placer —repliqué mientras ajustaba mi mandibula por el golpe que me dió.

—No me interesa hacerte recordar nada.

—Solo fue un beso.

—¡No puedes besarme! Es decir...

—Eres mi abuela, lo sé.

Ella me miró entrecerrando los ojos luchando contra la gracia que le causó que le dijera tal cosa, pero lo que quería era aligerar la situación, erróneamente creí que podía besarla sin tener consecuencias porque ella era blanda, pero el dolor de mi mandibula que amenazaba con inflamarse me decía que la juzgué mal y que no la conocía en lo absoluto.

—Es decir, olvídalo —dijo girando los ojos—, pero te dije que no y no, es no. No vuelvas a besarme si yo te digo que no, príncipe idiota.

¿De verdad se había atrevido a llamarme príncipe idiota? ¿Fui el único que sintió esa extraña intensidad cuando la besé...?

—Para ser flacucha tienes demasiada fuerza. —solté.

Ella giró los ojos, más que flacucha parecía estar algo desnutrida por los leves huecos que se hundían en sus mejillas en su lindo rostro de muñeca.

—Y aún no te la he mostrado toda, vuelves a tocarme y te rompo la cara.

Me hizo algo de gracia su comentario.

Curiosamente, ahora empezaba a verla diferente, ese trozo de recuerdo me despertó algo que no podía describir y recordé fragmentos que creí borrados; Dubai, una reunión con los socios, ella y caos.

Me levanté y acerqué a ella sin pensar, la curiosidad me llamaba y entonces vi como ella se predispuso dando un paso atrás pero no me detuvo, podía verlo en la forma en la que ella me miraba, ella recordaba nuestra historia, yo solo recordaba fragmentos y sentía que podía vivirlo... Si estaba cerca de ella.

Cuando me quedé frente a Eva, alcé mis brazos con lentitud para que no se asustara.

—Espera, no te haré daño, solo quiero saber algo.

Ella me miró a la expectativa mientras yo deslizaba mis manos por sus brazos lentamente hasta sus muñecas rozandola con la yema de mis dedos, noté que se tensó al principio, pero luego se estremeció.

«Ella es mía» Un recuerdo asomaba mí mente otra vez, uno donde ambos estabamos jugando ajedrez y yo pensaba en como ocultar la mala distribución de los camiones para que el rey no se diera cuenta... Pasadizos secretos.

—Ya es suficiente —dijo ella pareciendo tener dolor en su voz.

Eva se separó de mí al mismo tiempo que el recuerdo que vino a mí cabeza se esfumó.

—Espera —dije y la tomé de los brazos tan bruscamente que ella se volteó sobresaltada, no la solté sino que los coloqué arriba de su cabeza y or medio segundo desperté otro recuerdo, pero, ella jadeo, no de placer, parecía adolorida y cuando bajé la vista a donde ella se dobló por reflejo, vi la venda que envolvía su torso cuando la camisa se le subió se había soltado un poco la venda, demostrando la sutura de su piel algo hinchada, sabía que estaba herida pero, esa marca cubría todo su abdomen, era una herida muy fea y letal.

—Joder —susurré y mí quijada se apretó—, ¿quién te hizo esto?

Ella me empujó enojada, su rostro rojo.

—¡No vuelvas a tocarme!

—Creí... —empecé a decir pero ella me interrumpió diciendo:

—¿Qué? ¿Que porque tuvimos algo y me salvaste podías hacer lo que te viniera en gana conmigo? Pues no. No vuelvas a tocarme, me puedo volver más agresiva.

Ella se acomodó la venda y la vi sacar de su bolsillo unas pastillas con manos temblorosas tomándose dos. Me acerqué un poco pero no la toqué.

—¿Qué te pasó?

Ella se volteó hacia mí y gritó:

—Tu familia, eso me pasó, quisieron asesinarme, no lo lograron.

—¿Eso fue lo que te hizo Federico? —pregunté al recordar el atentado— ¿Te disparó para que no pudieras tener herederos del rey?

Ella tragó pesadamente saliva, parecía que pensaba algo más profundo, pero simplemente murmuró:

—Sí. Todos ustedes los Dunkels son unas plastas de mierda, todo lo que tocan lo destruyen.

No podía refutarlo, ella tenía razón.

—Cuando vea a Federico, lo mataré por todo lo que te hizo. Tal vez me amaste antes y eso de alguna forma tengo que retriburtelo.

Me sentía mal, por no recordar sentimientos por ella más que algo de lástima.

Ella me sostuvo la mirada, sus ojos estaban opacos e inyectados en sangre cuando susurró con la voz quebrada:

—El Eros que yo amé está muerto, al igual que mis sentimientos, ya no siento nada más que odio y yo misma lo mataré.

Ella se volteó saliendo de la cueva mientras decía enojada:

—Vamos, ya ha disminuido la lluvia.

La maldad del rey (#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora