Sebastián...
Brasov Rumanía. Mansión Hawke. 9 de septiembre del 2020. 7:15 AM.
Perfecto y esmeralda...sus caderas resaltando más de lo normal. Sus muslos chocando el uno contra el otro mientras está indecisa de que tacones usar. Sus labios en un color fresa, junto al rubor natural de sus mejillas y el terracota de sus ojos, su cabello natural, callendo sobre sus hombros mientras ella se inclina hacia un lado y coloca una de sus argollas.
La seda de su vestido cae en una cascada que me hace contemplar aún más su silueta, sus pechos y su espalda descubierta. Uno de los vestidos que escogió Georgeta para ella, ya que se que a mi muñeca no le gustan, pero tampoco los odia.
-—¿Sebastián, me ayudas?
Pregunto mientras sus dedos sostenían uno de los finos collares que compro para ella. Un dije pequeño y brillante, que simulaba ser una piedra incrustada entre un dije en forma de diamante.
—Claro, muñeca.
Acepté mientra me ponía de pie y me acercaba a ella. Mi dedo índice jugo de su cintura hasta su hombro, donde con delicadeza hice a un lado su cabello castaño y con toques dorados. Su aroma se hizo presente ante mí, haciéndome oliquear su aroma a fresas, limón y toronja, todo cítrico y dulce como a ella le encanta. Tome el collar entre mis dedos, enredandolo en su delicado cuello, mientras aquel dije caía sobre su clavícula, haciendo que ella resaltara aún más.
—Gracias.—susurró.
Una sonrisa se dibujó en la comisura de mis labios mientras ella con su mirada me sonreía. Mi mirada no se apartaba de ella, y no sólo observando su cuerpo. No, esta vez sus detalles.
—No te preocupes, muñeca.
Asentí mientras mis brazos rodeaban su cintura, y mi barbilla se posaba sobre su hombro.
Sus mejillas empezaron a teñirse de un color carmesí, delicado y dulce. Esto mientras mis ojos la veían directo a su rostro, sus ojos que mantienen un destello marrón a pesar del negro que invade estos. Sus labios que son rosados y con el frío se vuelven rojizos. Su piel que sobre sale en todo momento por lo pálida que puede llegar a ser, o lo bronceada que se pone en medio del verano de Nueva York.
—¿Por qué me ves así?
Pregunto algo sonrojada, con su mirada desviada hacia mis manos que acariciaban su vientre con delicadeza, y mis ojos que no dejaban de acatar cada detalle.
—¿Sabes lo perfecta que eres?
—¿Yo?—Cuestionó con una sonrisa en sus labios rojos fresas por su labial.
—Si, muñeca.—asegure—Nunca dudes de eso.
Ella río y negó con su cabeza mientras mis labios iban haciendo un camino de su hombro, cuello y aterrizar en su cien. Un beso delicado junto a una caricia con la punta de mi nariz fue suficiente para que su piel se erizara y tomará mis manos entre las suyas que no dejaban su cintura.
¿Saben lo perfectos que nos vemos?
Que por cierto, esta imagen la estoy presenciando desde el gran espejo que decora esta habitación.
Perfectos, el uno para el otro. ¿Correcto como nos hice? Definitivamente, no. Pero aún así conseguí lo que quería, su perfección, aquello que el mundo no vio, y yo me encargaré que vean como nunca antes. Pero siendo el diamante más precioso que todos pueden ver, pero nunca obtener, por que su único dueño soy yo.
—No lo dudo. Más desde que estoy contigo.—confesó aún con sus mejillas teñidas de vergüenza y cereza en ellas.
—Eres mía, nena. Siempre lo serás.—afirme. Pronuncie—Y el que seas mía, significa que tendrás que ser mi musa día a día. Mi obra de arte perfecta y hermosa.
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𝐻𝐴𝑊𝐾𝐸...
AléatoireLauren Grey se encarga en entregar el café por las zonas aledañas de Nueva York, en especial en un lugar, Hawke company's. Lugar donde ella se volverá la obsesión de aquel de quién menos pensó.