Capítulo 7

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Al finalizar el gran premio Francés, la bandera de cuadros ondeó dándole a Red Bull el primer podio de la dupla Checo Pérez y Max verstappen juntos, P3 y P1 para los toros rojos...

Por orden de Horner, para celebrar ese pequeño triunfo, el equipo organizaría una cena en un pequeño salón con vista a la torre Eiffel. 

Después descansar por unas horas, el equipo se encontró en el lugar, junto con algunos invitados extra en un ambiente tranquilo. La comida era deliciosa y la champaña pasaba de mano en mano, mientras los dos pilotos eran felicitados. El director de la escudería atendía a algunos de sus inversionistas. Hasta que en algún momento de la noche, el señor Moet se presentó acompañando a uno de los directivos que si tenían invitación personal...

Horner tuvo que fingir estar encantado por la sorpresa, ya que nunca se sabía lo que esos ricachones de orgullo frágil eran capaces de hacer cuando se sentían menospreciados. Por supuesto, después de una pequeña charla, el hombre se acercó al mexicano que se encontraba en una pequeña mesa en compañía de algunos de sus mecánicos, y con el pretexto de hablarle de un negocio personal, lo había apartado de los demás terminando ambos sentados en un lugar alejado. Para ese momento, ya estaba claro para todos de forma muy poco sutil cuáles eran sus intenciones desde un principio.

Checo había tenido que sortearlo solo por un momento, hasta que Max logrando zafarse de sus patrocinadores se acercó a la mesa, sentándose con ellos para limitar el comportamiento descarado del hombre. Así, finalmente, después de un par de horas en que ambos tuvieran que fingir interés en todos los problemas de sus propiedades, por fin al señor Moet no le dio mas remedio que rendirse y que retirarse, no sin antes tomar oportunidad de volver a felicitar al mexicano abrazándolo por última vez... 

Sin embargo, esta vez lo hizo por más tiempo y de forma mucho más cariñosa de lo normal, llevando una de sus manos a la cintura de Sergio y otra a su espalda para pegarlo a su cuerpo mientras le decía lo orgulloso que estaba de él al oido. Checo sonrío por un momento, para después llevar sus manos a sus hombros y ejercer una ligera presión para separarse, sin embargo antes de hacerlo, el inversor hizo un último movimiento, dando un pequeño beso en su mejilla que "accidentalmente" terminaría en la comisura de su boca.

Checo saltó un poco ante el contacto, bajando la cara incomodo hacia el lado contrario mientras se esforzaba por seguir sonriendo, pero Max al presenciar éste último gesto, sintió un escalofrío correr a lo largo de toda su espalda, bajó la mirada tratando de tranquilizarse, sus manos comenzaron a temblar, mientras lo escuchaba reírse por su pequeño contacto, al tiempo que discretamente Sergio quitaba la mano de su cintura y daba un par de pasos hacia atrás. Se levantó de su asiento, tomando a su compañero del brazo y caminando en dirección al balcón, no sin antes chocar su hombro con el del invesionista haciéndolo tambalearse. Horner que había visto todo desde el otro lado del salón, se acercó rápidamente para mitigar cualquier problema que pudiera surgir...

Al salir, la música clásica que se tocaba en la fiesta quedó atrás. El balcón era relativamente amplio y tenía un par de mesas de herrería, rodeado de pesados balaústres de piedra sosteniendo grandes macetones con rosales de color rojo. Max soltó el brazo de Sergio, y la brisa despejó sus rostros agobiados por la convivencia anterior, caminando ambos hasta la orilla. Las luces de la ciudad se esparcían en el horizonte, teniendo la torre allí cerca, levantándose como un coloso hecho de luz debajo de la luna llena.

—Qué bonita vis...

—¡Tremendo pendejo...! —soltó Max de pronto, interrumpiendo al mexicano, recargándose sobre el borde mientras una risa incrédula y llena de molestia se había posado en su rostro. Sergio simplemente sonrío.

—Está bien, no pasa nada.

—Alguien tiene que patearle el culo al cabrón, qué diablos fue eso...

GreedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora