enroscados entre sí, entrelazando sus cuerpos, y fusionando sus almas en una misma sintonía, amanecieron con la resplandeciente luz del día. nicolás rodeaba la cintura de florencia con uno de sus brazos, acercándola a él todo lo que sus propios cuerpos le permitían estar cerca, y ella disfrutaba de tener a alguien que le hiciera una cuchara, que le acariciara la espalda con tanto amor y tanta parsimonia. y, si nicolás era el que formaba parte de esos mimos, eso hacía que su corazón bailara contento dentro de su caja torácica, festejando haber encontrado a alguien que lo hiciera moverse frenético por algo bueno, después de tanto tiempo.
─ buen día -saludo nicolás con voz ronca, depositando un beso en la mejilla de su bailarina preferida-
florencia ronroneó, acurrucándose a gusto entre el cuerpo de nicolás y la comodidad de su propia cama, y no expreso ninguna palabra al aire, tenía altas intenciones de continuar durmiendo y él, riéndose mínimamente, la conocía tanto que no esperaba que le siguiera el ritmo a esas horas de la mañana. intento moverse un poco, empezar el día cuanto antes, pero se vio altamente interrumpido por unos brazos que conocía demasiado y que lo retenían entre sí.
─ a dónde vas? -preguntó entre dientes, somnolienta-
nicolás se rió con gracia al verla retenerlo entre sus brazos, pero también sintió algo de ternura al verla con la cara marcada por las sábanas al haber dormido tan plácidamente a su lado, y se quedo quieto ante tal demanda. no podía simplemente levantarse e irse después de aquello tan banal, pero tan cercano.
─ tengo que ir a luzu, flor.
─ un poquito más -pidió somnolienta, aferrándose al cuerpo de nico. y él, con toda la ternura instalada en su pecho, cedió enseguida. no podía evitarlo-
la bailarina, contenta por su victoria, se acomodó mejor, buscando una posición que les facilitará más estar en cercanía, y prosiguió con sus intenciones, apoyando su cabeza en el pecho de nicolás. y mientras tanto él, atrapado por el magnetismo y los mimos de su acompañante, se dejó hacer al completo. no podía negarse a tener a florencia en ese estado para con él, no podía negarse a la suavidad de los dedos de florencia cuando le dibujaba círculos al azar en el dorso de su mano.
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por otro lado, más precisamente en la sala de estar, zoe había bajado a tomar un vaso de agua y se encontró con un bulto entre la manta de su sofá. se sorprendió, más bien poco, al verlo a carlitos durmiendo ahí, tan cómodo, y decidió invitarlo a su cama matrimonial para hacerse compañía mutuamente. era de esperar que nicolás durmiera esa noche allí, ella lo intuía desde que había tenido la idea de invitarlo a comer las tartas, y no pensaba regodearse con eso o molestar a su madre y al propio nicolás con la situación. o, al menos, no de momento.─ vamos, carlitos -susurró dejando caricias en la cabeza del perro-
carlos fue tras ella al oírla, siguiéndole los pasos, y los dos se perdieron escaleras arriba. al llegar a su habitación, zoe abrió las sábanas blancas de su cama, haciéndole lugar al perro, y se acostó con carlos a su lado. era un perro mimoso, hermoso de ver y consentir, y a ella le encantaba tener su compañía.
-y, ahora si, siguiendo el hilo de la primera parte de este capítulo, ese ratito remoloneando entre las sábanas se terminó volviendo en un ratito de algo así como una hora y media pasada, donde nicolás dormitaba muy cómodo, haciendo que todos los músculos de su cara se relajen al momento, y florencia disfrutaba de verlo. había abandonado su pecho para acomodarse en una postura que le permitiera verlo mejor, y así, entre tanto amor y tantos sentimientos encontrados, se permitía observarlo en su estado más sereno. estaba hermoso, o ella lo veía hermoso, y todas sus emociones la agolpaban de cerca, haciéndole saber que estaba hasta las manos con él, y que, en realidad, nunca había dejado de estarlo y que tenía que asumirlo.
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