las recientemente mudadas se fueron acoplando a la cotidianidad de buenos aires con el pasar de los días, ambas muy contentas con el progreso de lo que iban siendo los cambios en la casa en la que vivían. adrián, padre de flor y abuelo de zoe, cumplió con su promesa de ir a ayudarlas con los agujeros para los portarretratos, y también los cuadros, y quedaron muy conformes con el resultado final. zoe se había elegido una habitación de arriba, la que tenía baño personal, y florencia, buscando hacer equilibrio de energías, se eligió la que tenía baño personal en la planta de abajo. el resto de habitaciones habían sido ordenadas acorde a típicos cuartos de invitados, por si en una de esas alguien pasaba a visitarlas, e iban amoldando todos los huecos del que sería su hogar a su manera, dándoles su impronta. todavía les quedaba mucho por hacer, habían pasado pocos días y la casa era espaciosa, quedaban cosas por finalizar y retoques que dar.
hacía ya dos semanas desde el café con azul, en aquella cafetería que a zoe tanto le había gustado, y desde entonces no había dejado de habitarla. trataba de pasarse por las tardes, las que tenía libres, cuando la gente que solía ir también era más solitaria y se distraía leyendo libros, así como ella, que solía llevarse algo para leer mientras el humo de su taza de café le llenaba los orificios nasales de su olor.
florencia, por su parte, había empezado a trabajar en la academia de baile con mucho entusiasmo. le podía de sobremanera el simple hecho de saber que podría cruzarse de vez en cuando a caro, su amiga, y disfrutaba como nadie de poder dar clases de lo que tanto le gustaba; el baile.
─ un simple café amargo? -preguntó dani, la misma chica que la había atendido la primera vez que puso un pie en ese sitio-
─ por favor -asintió con timidez aún-
no afirmo ni desmiento, ni insinuo, absolutamente nada, pero zoe solía pasarse justo cuando el horario de atención de la cafetería cambiaba y empezaba el turno de daniela, la cual sabemos su nombre porque, en un día de esos, zoe se lo había preguntado al verla tan seguido.
el jueves llegó a la rutina y era una tarde soleada, de a ratos parecía que el sol buscaba esconderse entre las nubes, pero no lo lograba del todo, y zoe decidió llevarse un libro de alfonsina storni para poder leer mientras disfrutaba de su café.
─ todo tuyo -sonrió dani, dejando la taza sobre la mesa y un plato con una medialuna rellena de jamón y queso justo al lado-
─ muchas gracias -esbozó una de vuelta, agradecida, correspondiendo el gesto- seguro está muy bien, como siempre.
dani se permitió mirarla un segundo a los ojos, apreciando el iris de los de zoe, que la miraban atentamente, y giró sobre su mismo eje para poder marcharse de ahí.
─ te olvidas de esto -avisó al verla irse sin la medialuna que ella no había pedido- sólo he pedido un simple café amargo.
─ invita la casa -repuso dani, guiñándole un ojo, y dió media vuelta para perderse entre el resto de mesas esperando a ser atendidas-
la adolescente asintió, musitando un "gracias" cargado de timidez, y observó, con una sonrisa bobalicona en el rostro, como aquella chica se iba de su lado. era la primera vez que alguna de las dos tenía un gesto así, solían mirarse de soslayo, sonrojándose al encontrarse en esas miradas fugitivas, pero nada más allá que esos simples ojos buscando la presencia de la otra. ni siquiera se conocían, no sabían edades ni nada por el estilo, pero solían sonreírse al verse por las tardes en esa cafetería cutre; repleta de plantas verdes, llamadores de ángeles en algunos huecos, y color beige en las paredes.
zoe peña
me ha regalado un croissant
y me ha guiñado el ojo
estoy de noviazoe tecleó esos tres mensajes para azul, su prima, y salió de la aplicación para poder concertar sus airpods al bluetooth. se puso sui generis, en conmemoración a su abuelo adrián, que solía ponerle esa banda desde que era pequeña, y se adentró en su libro.