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El auto se detiene frente a la casa de Antonio, y él me extiende su mano con una sonrisa suave para ayudarme a bajar. 


—Gracias, Tonny—digo en tono juguetón, mientras él me sostiene con firmeza y no me suelta.


Antonio suelta una pequeña risa, entrelazando nuestros dedos mientras nos dirigimos hacia la puerta de su casa. 


Abre la puerta con una leve sonrisa de complicidad, dejando que entre primero. 

—Wow, es muy grande —digo, mirando a mi alrededor, sorprendida por el tamaño del lugar. 

Me acerco a las grandes ventanas que dejaban entrar la luz de la ciudad, todo parece perfecto.

Antonio cierra la puerta detrás de nosotros y se acerca, sonriendo.

—Lo justo para mí, chula—responde, rodeando mi cintura con sus brazos desde atrás, apoyando suavemente su barbilla en mi hombro.

Me da la vuelta para quedar frente a el y quita el blazer con cuidado, dejándolo caer sobre el sofá, y su mirada se encuentra con la mía. 

Antonio me sonríe, con esa mirada traviesa que siempre me deja embobada. Coloca sus manos en mi cintura, dando caricias con sus dedos en mi cintura, me doy cuenta de que mi respiración se acelera, aunque trato de disimularlo. 

—Sabes lo que haces, ¿Verdad? —le digo en tono de broma, intentando mantener la calma.

—¿Yo? —responde con un gesto inocente, aunque sus ojos dicen lo contrario. Su voz es baja. —Tal vez... —añade, sin dejar de sonreír.

—Me cambiaron al chamaco, ¿dónde me dejaron al Toño penoso? —digo burlona pero sorprendida, mientras lo miro de arriba abajo, como si estuviera viendo a otra persona.


Antonio suelta una carcajada.


—¿Te sorprende, chula? —me responde, con el mismo tono juguetón. Sus ojos chispean, y hay algo en la forma en que me mira que me hace sentir muy caliente.


—Mucho —le digo, aún incrédula—. Siempre era yo la extrovertida entre los dos.


—Ay, ya. Muchas palabras, mami —dice Antonio con una sonrisa confiada, inclinándose hacia mí y besando mis labios con suavidad.


No puedo evitar sonreír contra sus labios mientras mis manos se deslizan por su cuello, respondiendo con la misma intensidad. 


Antonio se aparta solo un poco, sus labios apenas rozando los míos cuando susurra con un tono juguetón.


—Mejor pasemos a lo chilo, ¿no?

Siento el calor subir por mis mejillas mientras lo miro, sabiendo exactamente a qué se refiere.


 Una parte de mí quiere seguir bromeando, pero otra se deja llevar por la intensidad del momento. Su mirada está fija en mí, como si estuviera esperando mi reacción, su sonrisa de complicidad revelando que sabe perfectamente lo que está haciendo.

—¿Siempre tan directo? —respondo con una sonrisa ligera, mis manos aún sobre sus hombros.


—Contigo no hay tiempo que perder, mami —dice mientras sus dedos trazan un suave camino por mi cintura, haciéndome estremecer.

Jueves 10 - Junior HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora