011.

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A la mañana siguiente, me desperté con una cruda horrible. El sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con una intensidad que parecía amplificar mi dolor de cabeza. Me moví lentamente, intentando encontrar una posición cómoda, pero cada movimiento parecía intensificar la sensación de malestar.


Me senté en la cama, masajeando mi cabeza con las manos, y traté de recordar los eventos de la noche anterior. La conversación con Antonio y el inesperado "Te extraño, mami" seguían dando vueltas en mi mente, mezclándose con el dolor físico.


—Ugh, qué mal —murmuré, sintiendo la necesidad urgente de tomar un vaso de agua.


Forzándome a levantarme con cuidado para no despertar a Kenia, me dirigí hacia la cocina con movimientos lentos y cuidadosos.  

—Vamos, Lu, solo una mañana difícil —me dije, intentando mantener una perspectiva positiva mientras tomaba la pastilla y cantidades enormes de agua.

Volví a subir a mi habitación y abrí el ventanal que daba hacia el balcón para salir a él y poder ver el mar. La brisa fresca y el sonido de las olas rompiendo en la orilla me dieron una sensación de calma que necesitaba desesperadamente.


Me recargué en la barandilla, dejando que el aire me envolviera mientras miraba el horizonte. El mar siempre tenía un efecto tranquilizante, y en ese momento, sentía que me ayudaba a poner en perspectiva todo lo que había pasado.


Oí cómo Kenia se quejaba al sentir toda la luz en la habitación. La escuché murmurar y mover las cobijas, claramente incómoda con la luz que se filtraba desde el ventanal abierto.


—Lo siento, Nini—dije en voz baja, cerrando el ventanal un poco para atenuar la luz—. No quería despertarte.


Kenia se incorporó lentamente, frotándose los ojos mientras miraba hacia el balcón.


—No te preocupes —dijo, con una voz aún somnolienta— ¿Todo bien?


—Sí, solo necesitaba un poco de aire fresco—respondí—. ¿Te gustaría ir a desayunar?


Kenia asintió, sonriendo débilmente.


—Sí, por favor, lo necesito —dijo Kenia exageradamente, con una sonrisa cansada en el rostro.


—Vístete entonces —dije con una sonrisa, mientras yo también me ponía una hoddie y unos shorts.


Kenia asintió y se dirigió hacia el baño para cambiarse. Ya las dos listas, nos dirigimos al coche para ir a nuestro restaurante favorito para desayunar.


El trayecto hacia el restaurante fue tranquilo. Al llegar, nos acomodamos en nuestra mesa habitual y rápidamente ordenamos nuestro desayuno. 


Cuando nuestro desayuno llegó, comenzamos a comer, disfrutando de cada bocado. Entre un bocado y otro, Kenia rompió el silencio.


—Entonces, ¿qué sucedió anoche? —preguntó Kenia, dándome una mirada de complicidad mientras tomaba un sorbo de su jugo.

Jueves 10 - Junior HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora