Capítulo 11 - Sweet Dreams II

54 29 45
                                    


  ꧁ I'm gonna use you and abuse you,

I'm gonna know what's inside.

I'm gonna use you and abuse you,

I'm gonna know what's inside you. ꧂

❉Eurythmics, Annie Lennox, Dave Stewart - Sweet Dreams ❉


Cuando llegué, el lugar estaba casi vacío, como era de esperar a esas horas. Las luces estaban tenues, y el ambiente silencioso, salvo por el sonido de las mellizas, que estaban limpiando y hablando en voz baja. Me acerqué sigilosamente, tratando de escuchar lo que decían, pero antes de que pudiera captar alguna palabra, vi a Janis hacer algo que me heló la sangre: sacó un revólver y lo escondió rápidamente detrás de unas cajas donde guardaban el stock de bebidas.

Me quedé paralizada por un segundo, el brillo de esa arma nueva y reluciente clavándose en mi mente. No era la primera vez que veía un arma, pero esta tenía algo diferente, algo familiar... algo que me estremeció profundamente. Tragué saliva, tratando de recomponerme antes de que Janis se diera cuenta de mi presencia.

—Oh, estás aquí —dijo, girándose hacia mí con una expresión de sorpresa contenida—. No era para que vinieras, pero ya que estás aquí, tenemos que hablar de las chicas.

Intenté mantener la calma mientras me acercaba más. Janis dejó de lado la limpieza y me miró con una mezcla de seriedad y urgencia.

—Necesito que las cuides y les asignes una esquina a cada una. Por favor, Jade.

—¿Y qué te hace pensar que yo podría con las chicas? —le respondí, sin poder evitar que un tono de desafío se filtrara en mi voz.

Janis titubeó por un momento, claramente sin una respuesta sólida. Pero luego, su mirada se endureció, y su tono se volvió casi suplicante.

—Hazlo por tus conocidas... por las que fallecieron aquí. No podemos dejar que esto se descontrole más.

Las palabras de Janis golpearon en un lugar que había intentado mantener enterrado. Las imágenes de esas noches fatídicas volvieron a mi mente, y aunque todo en mí gritaba que me alejara, sentí que no podía darle la espalda a esto, no después de todo lo que había pasado.

Suspiré, dejando que la resistencia en mi interior se desvaneciera un poco.

—¿Cuándo llegarán? —pregunté, resignada a seguir adelante con lo que sea que estuviera pasando.

—Esta noche, empezarán a trabajar —respondió Janis, aliviada de que hubiera aceptado.

El silencio volvió a instalarse entre nosotras, solo interrumpido por el sonido de la calle afuera, algún auto pasando o un transeúnte perdido en la noche. Sentí que algo más grande que yo estaba a punto de caer, pero no podía dar marcha atrás. Las piezas se estaban moviendo, y yo estaba atrapada en el centro del tablero.

—Emily... digo Janis, ¿qué sabes de este chico, Santino? —pregunté, tratando de mantener la voz firme.

Ella se detuvo un momento, con una mirada que plasmaba algo entre el miedo y la preocupación.

—Ten cuidado, Jade. No es lo que parece —respondió, su tono grave y lleno de una sinceridad que me hizo estremecer—. Y esa chica, Celena... no te fíes de ella. Tiene algo con James. Ojo de loca no se equivoca.

Sentí un nudo en el estómago. La advertencia no era algo que pudiera ignorar. Había demasiadas piezas en este juego, y parecía que cada una era más peligrosa que la anterior.

—Así que ahora vete a tu casa —añadió Janis, su voz tomando un matiz más suave, casi suplicante—. Te espero esta noche para que las conozcas. Por favor, Jade, esto ni una palabra a nadie.

Asentí lentamente, sin decir más... Sabía que no tenía opción, al menos no una que me permitiera salir ilesa de esta situación. Sus palabras resonaban en mi mente mientras salía del bar, la advertencia sobre Santino y Celena martillaban mi cabeza. Estaba atrapada en algo mucho más grande de lo que había imaginado, y ahora no tenía más remedio que seguir adelante.

Volví a casa con un peso en el pecho, sintiendo cómo la tensión de la noche se acumulaba en mis hombros. Al entrar, Copérnico, mi pequeño gato negro, se acercó a mí con su habitual maullido de bienvenida. Verlo me arrancó una sonrisa, un pequeño alivio en medio de todo el caos que me rodeaba.

—Hola, Copérnico —murmuré, agachándome para acariciar su suave pelaje mientras ronroneaba contra mi mano.

Fui a la cocina y le serví su comida, viendo cómo se acercaba al plato con entusiasmo. Por un momento, me permití olvidarme de todo lo demás, enfocándome solo en él, en su ronroneo casi musical y la paz que me transmitía.

Después de asegurarme de que Copérnico estaba bien alimentado y contento, me dirigí a mi habitación. Me cambié de ropa, dejando el frío de la calle y los pensamientos oscuros a un lado, al menos por un rato. Me metí en la cama, pero el sueño no llegó fácilmente. Las palabras de Janis seguían repitiéndose en mi mente, especialmente la advertencia sobre Santino y Celena.

Finalmente, el cansancio terminó por vencerme. Me acomode bajo las mantas, sintiendo a Copérnico subir a la cama y acurrucarse a mi lado. Un maullido suave fue lo último que sentí antes de caer en un sueño inquieto.

Cenizas de GirasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora