Capítulo 12 - Temptation II

53 28 52
                                    


  ꧁ You've got to give me a reason, a reason why I should stay. But the more I resist you, the stronger the pull every day. I can't deny the fire, I can't deny the pain, it's the price of temptation, and I'm caught in the game꧂

❉ Temptation - Heaven 17 ❉


Era James.

—Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? —dijo, su mirada recorriendo a las chicas con un deseo que me repugnó—. Nueva mercancía.

Sentí cómo el ambiente se oscurecía de inmediato. Las chicas, que antes apenas mostraban sus emociones, ahora parecían congeladas en su lugar, especialmente Effie. Su respiración se volvió más rápida, y sus ojos se movían nerviosamente entre James y yo.

—James, te las presento... —intenté decir, pero me cortó en seco.

—Las conozco —dijo, sin quitar la vista de ellas. Una sonrisa torcida se formó en su rostro mientras se acercaba lentamente, inspeccionándolas con una calma perturbadora—. Estas chicas ya tienen sus destinos sellados, ¿verdad?

Sus palabras hicieron que Maddie diera un paso atrás, su rostro se tensó. Effie bajó la mirada al suelo, tratando de evitar su atención. Izzi, en cambio, mantuvo su postura desafiante, aunque pude notar cómo sus manos temblaban ligeramente.

—Escúchame —James se giró hacia mí—. Necesito tu ayuda. Hay algo importante que quiero discutir contigo.

—Ahora no. Tengo que trabajar —respondí, pero mi tono no era tan firme como quería. Sabía que algo estaba mal.

—Jade, las mellizas se pueden encargar. Ya hiciste demasiado —dijo, con ese tono narcisista que siempre usaba, mientras una sonrisa arrogante curvaba sus labios.

—¿Qué es tan importante? —pregunté, cruzando los brazos, tratando de mantener mi compostura, mas ahora delante de las chicas.

James se acercó, su mal aliento golpeándome el rostro.

—Lo sabrás pronto. Pero te advierto, Jade... estas chicas... —Se detuvo, dejando caer sus palabras como un cuchillo—. No les hagas ilusiones. Nadie aquí tiene el control más que yo.

Las chicas, especialmente Effie, estaban visiblemente aterradas, y la mirada de Maddie pedía ayuda, aunque no podía expresarlo con palabras. El poder que James ejercía sobre todos en la sala era evidente, y yo misma sentí una extraña mezcla de miedo e ira acumulándose en mi pecho.

—Mira —dijo James, con una sonrisa que me revolvió el estómago—, va a haber una fiesta, por así decirlo. Un evento grande, donde va gente con mucha pasta, ¿me entiendes? Mucho dinero —deletreó con malicia, saboreando cada palabra.

—Ajá, ¿y? —respondí, sin disimular mi desdén—. ¿Dónde encajo yo en eso?

James soltó una risita antes de continuar.

—Necesito que, además de llevar a las chicas, vengas como mi acompañante —dijo, su tono cambiando de relajado a serio en un segundo.

Lo miré, con asco.

—Me estás tomando el pelo, ¿no? —dije, cruzándome de brazos.

—No —respondió, y antes de que pudiera reaccionar, me agarró del brazo con una fuerza que me dejó clavada en el sitio. Su mirada se oscureció, y la sonrisa desapareció—. No me desautorices.

Sentí cómo su agarre me quemaba, y aunque intenté mantener la calma, la ira me estremeció. Tragué saliva y forcé las palabras.

—Las mellizas me dijeron...

—Las mellizas no mandan. Trabajan para mí —me cortó, y apretó más fuerte mi brazo, casi como si disfrutara del dolor—. Lo que yo digo, se hace. ¿Entendido?

Lo fulminé con la mirada, luchando por mantener la compostura.

—¿Y quién te dio el poder de decidir? —le pregunté, tratando de soltarme de su agarre.

James soltó una risa suave, como si disfrutara de la situación.

—No te incumbe —respondió con frialdad—. Escúchame bien, Jade. Busca ropa para las chicas, y tú... bueno, me da igual lo que hagas. Puedes robarle algo a Juliet. Es más, sería lo mejor —añadió con desdén, mirándome de arriba abajo—. Ah, y recuerda que las chicas deben llevar una máscara. Antifaz dorado o negro, no importa, pero sin eso no entran.

—¿Una máscara? —repetí, incrédula—. Esto tiene que ser una broma, ¿verdad

James no parpadeó.

—No. Máscara, antifaz, lo que sea. Las putas tienen que ir cubiertas. Es... política de la casa.

Las palabras hicieron que algo se encogiera en mi estómago. Maddie bajó la mirada al suelo, claramente incomoda. Effie casi no respiraba, su pequeña figura se veía aún más frágil bajo la luz tenue del bar. Izzi, por su parte, se mantenía con la mandíbula apretada, pero vi cómo sus manos temblaban ligeramente. Sabían más de lo que estaban dispuestas a decirme, y esa idea me enfureció más.

—¿Y dónde se supone que es esta fiesta? —pregunté, cruzándome de brazos, con la esperanza de sacarle más información.

—En la mansión —respondió James, como si fuera lo más obvio del mundo—. Así que, Jade, espero que hagas todo lo que te digo. —añadió, con una sonrisa torcida y una mirada que me hizo sentir sucias las manos—. Si no encuentras algo que te quepa de Juliette, te doy dinero. Cómprate algo caro. Algo que impresione.

—No gracias. No quiero saber nada contigo y tu mugroso dinero —respondí, endureciendo la voz.

—No vas a ir vestida como cualquier cosa. Vas como mi acompañante, así que más te vale conseguir algo hermoso y caro. Me importa un carajo lo que hagas, pero hazlo bien.

Las palabras golpearon mi mente como una tormenta, cada una arrastrando más preguntas. Sentí que algo me empujaba hacia un precipicio del que no podía escapar.

—Maldición... —susurré para mí misma—. ¿Cuándo terminará esta tortura?

James se acercó aún más, invadiendo totalmente mi espacio personal, y me miró con esa expresión que detestaba.

—Espero que lo hagas todo perfecto, preciosa. Y, si no lo haces... bueno, más te vale que no lo descubra.

El miedo se instaló en mi pecho, pero no podía permitirme mostrarlo. Lo miré directo a los ojos.

—Sí, como sea —respondí, con un sarcasmo que sabía que no lo iba a desafiar—. Mientras no tenga que besar tu cara de sapo.

Me giré, dejándolo atrás, aunque el temblor en mis manos me decía que la situación estaba empeorando, y que algo mucho más oscuro estaba por venir. Pero no podía dejar que él lo supiera. No James. Nunca.

Mientras me alejaba de James, levanté la mano y pegué un grito para saludar a las mellizas que se encontraban al fondo del bar. Me di la vuelta hacia las chicas, simplemente limitándome a mirarlas por un segundo más, evaluando sus expresiones tensas.

—¡Está bien! —gritó James desde atrás, con su risa áspera resonando en el local—. Te veré en casa.

El sonido de su risa me hizo apretar la mandíbula, irritándome como uñas rasgando una pizarra. Continué caminando hacia la puerta, saliendo junto a las chicas. Mientras lo hacía, James volvió a reír, claramente satisfecho consigo mismo.

—Lo que sea, James —respondí, de espaldas, mientras levantaba el brazo y le hacía un gesto obsceno con el dedo, sin voltear.

Apreté los puños, sabiendo que la situación con James solo estaba empeorando, pero en ese momento, mi desafío silencioso era lo único que podía controlar.

Cenizas de GirasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora