CAPÍTULO VI

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Era una sala más pequeña que el resto, con una disposición menos formal. Los escritorios estaban dispuestos en un semicírculo, y las ventanas, altas y estrechas, permitían la entrada de luz suave que bañaba el espacio con un brillo cálido. Sintió un leve alivio al ver el ambiente más relajado, un contraste absoluto con las aulas donde había estado antes.

Byul, una mujer de entre treinta y treinta y cinco años, no mucho más alta que ella, estaba sentada casualmente sobre la superficie de su escritorio, con ambas piernas cruzadas. Su mirada tranquila y serena se encontró con la de su nueva estudiante, y de inmediato, la joven sintió una ola de seguridad que hacía tiempo no experimentaba.

—Toma asiento,— Le pidió con una sonrisa afable. Jimin obedeció, sintiéndose un poco más ligera mientras colocaba su mochila en el suelo y se sentaba frente a ella.

—Lamento si esto te resulta un poco... poco ortodoxo,— comenzó mientras se inclinaba hacia adelante, apoyando las manos sobre sus rodillas, —Pero me siento mucho más cómoda enseñando así,— La profesora sonrió con un toque de picardía, pero con una confianza que de inmediato la relajó aún más, por lo que, asintió con una leve sonrisa en los labios.

—Está bien,— Respondió, sorprendida de cómo aquella mujer podía hacerla sentir tan cómoda en tan poco tiempo.

Byul la observó un momento más antes de continuar. Había algo en su mirada que irradiaba una profunda comprensión, como si ya supiera exactamente lo que le pasaba por la mente.

—Seulgi me habló de tu don incluso antes de que llegaras aquí,— comenzó, su tono suave pero firme, atrayendo por completo su atención, —No pude evitar sentir curiosidad de inmediato. Es un don excepcional, único... le pedí que intentara convencerte de unirte a la escuela, y me alegra mucho que lo hayas hecho.

Jimin parpadeó, sorprendida por la revelación. Había sospechado que su llegada a la academia no había sido del todo casual, pero escuchar a su profesora confirmarlo hizo que el peso de su situación se sintiera más real. Su don siempre había sido una fuente de conflicto interno; era poderoso, sí, pero también aterrador, incontrolable en ocasiones. Y después de lo que acababa de ocurrir en clase con los espectros, ese miedo solo había crecido.

Y como si percibiera la tensión en sus hombros, sonrió nuevamente, con esa calma que parecía envolver todo a su alrededor.

—Sé que tu don es... intenso,— dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras, —Pero eso no significa que él te controle a ti. De hecho, estoy aquí para ayudarte a aprender a controlarlo. No se trata de suprimir lo que eres, sino de integrarlo a quien eres.

Escuchaba en silencio, procesando cada palabra. Las emociones que había sentido minutos antes en el aula, cuando los espectros aparecieron, todavía estaban frescas en su mente. Sentía que la oscuridad que habitaba en su interior la dominaba a menudo, y el miedo de lastimar a otros o a sí misma siempre estaba presente.

—El poder que posees es grande, sí, pero está conectado directamente a tus emociones, — Siguió, su tono siempre gentil, —Y eso lo hace más humano de lo que crees. Todos nos sentimos abrumados de vez en cuando, y eso es lo que lo hace difícil. Pero el hecho de que a veces lo pierdas no significa que él tenga poder sobre ti.

Se levantó del escritorio con un movimiento fluido y se acercó a ella, agachándose a su altura para que ambas quedaran cara a cara.

—Tu don no te define, Jimin. Tú lo defines a él,— dijo con una convicción suave pero firme, —Y eso es lo que quiero que trabajemos juntas.

Sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Byul le ofrecían un destello de esperanza que no había sentido en mucho tiempo. Durante años, había vivido con el miedo constante de que su poder la convirtiera en algo incontrolable, algo oscuro. Pero ahora, por primera vez, alguien le estaba diciendo que no tenía que ser así.

Gen Mutante || JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora