CAPÍTULO XVI

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Sentía una combinación de dolor y ardor que envolvía sus manos, ahora marcadas por cortes y raspones, temblaban mientras presionaba una vez más contra la superficie fría y oxidada de la puerta del mausoleo, sabiendo que el esfuerzo sería inútil. Su respiración era rápida, cortada, y cada golpe de su corazón reverberaba en la quietud, haciéndola sentir como si el lugar mismo se burlara de su impotencia. A cada segundo que pasaba, la desesperación le estrujaba el pecho, como un nudo que se apretaba con cada intento fallido por escapar.

Los segundos se convertían en horas, atrapándola en un silencio solo roto por su propia respiración entrecortada y las voces, entre la oscuridad, que comenzaban a manifestarse, como un eco que viajaba por las sombras del cementerio. Al principio, eran apenas un murmullo lejano, pero pronto se convirtieron en un coro de lamentos que la rodeaban, susurrando desde todos los rincones del mausoleo. Sombras que se movían inquietas a su alrededor, proyectando formas erráticas en las paredes, como si bailaran al ritmo de su creciente pánico.

—Déjame en paz...— murmuró, más para sí misma que para las entidades que la atormentaban. Su voz era un susurro quebrado, perdido en la oscuridad que la rodeaba.

Pero las voces no se detuvieron. Al contrario, se hicieron más intensas, como si alimentarse de su estado las volviera más reales, más tangibles.

—Ayúdanos...

—Libéranos...

—¿Por qué nos dejas aquí...?

Las sombras parecían acercarse, deformándose en figuras humanoides, alargadas y retorcidas, que se acercaban demasiado, invadiendo su espacio personal. Cada vez que Jimin intentaba moverse, sentía la presencia gélida de uno de esos entes rozando su piel, dejándole una sensación de vacío profundo, como si su toque drenara cualquier calor que le quedara en el cuerpo.

Cubrió sus oídos con las manos, tratando de bloquear los susurros, pero era inútil. Las voces se colaban directamente en su mente, ignorando cualquier barrera física. Sus pensamientos se mezclaban con los lamentos de aquellas entidades, llenándola de una sensación de vértigo y desesperación que no hacía más que crecer.

Mírate, tan patética...— la voz de un hombre mayor se destacó por encima de los otros murmullos. El tono burlón y áspero le hizo encogerse, como si le arrancara la última gota de dignidad que le quedaba.

Un temblor recorrió su cuerpo mientras se encogía contra la puerta cerrada, su espalda pegándose a la superficie fría. Los lamentos de las sombras se transformaron en risas que se mezclaban con los sollozos que trataba de ahogar. El murmullo se volvía ensordecedor, una mezcla caótica de súplicas, risas macabras, y el latido frenético de su propio corazón. Las sombras parecían regodearse en su sufrimiento, disfrutando de verla rota, y por un instante, Jimin sintió que no podría soportarlo más. Que ceder a la locura sería más fácil que seguir luchando.

Pero entonces, un recuerdo emergió desde la profundidad de su mente, como un rayo de luz que rompía la penumbra. La voz de Minjeong. “No tengas miedo. Tú eres la maldita reina de los muertos. Ellos deberían tener miedo, no al revés.” Esa frase resonó con una claridad que contrastaba con el caos que la rodeaba. Era como si la rubia estuviera ahí, sosteniéndola con su fuerza, con su presencia inquebrantable.

La calidez de ese momento comenzó a esparcirse por su pecho, como un bálsamo que aliviaba el frío que la había consumido. Se aferró esa sensación, sosteniéndola como un ancla en medio de la tormenta. Poco a poco, su respiración se fue estabilizando, y la presión que sentía en el pecho se relajó un poco.

Gen Mutante || JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora