CAPÍTULO IX

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Los días habían pasado en una bruma suave, pero para ella, aquella bruma estaba cargada de pequeños triunfos. Habían transcurrido dos semanas desde que había comenzado a entrenar bajo la supervisión de la profesora Hirai, y cada día se sentía un poco más fuerte. Lo que al principio le había parecido una tarea imposible, como dar cinco vueltas a la cancha de fútbol, se había convertido en una rutina, una que su cuerpo había comenzado a aceptar y hasta agradecer. Ya no corría cinco vueltas. El número había aumentado cada día, ampliando la distancia y el tiempo de resistencia, y no podía evitar notar el leve brillo de aprobación en los ojos de la mujer con cada nuevo progreso.

El esfuerzo físico constante, algo que jamás había imaginado incorporar a su vida, comenzó a surtir un efecto transformador. Sus músculos, aunque aún algo débiles, empezaban a fortalecerse, y su resistencia física mejoraba visiblemente. Incluso su mente, siempre inundada por el caos de voces y ansiedades, había comenzado a encontrar algo de paz. Las voces en su cabeza, esas susurrantes presencias que nunca parecían abandonarla, habían disminuido significativamente en intensidad. Era como si el ejercicio constante ayudara a disipar el humo oscuro que solía envolver su mente.

La abstinencia, una sombra constante que había oscurecido sus días, también comenzaba a ceder. El ejercicio y los medicamentos que tomaba para ayudarla a dormir habían logrado algo que hasta hace poco le había parecido imposible: por fin podía descansar adecuadamente. No había más noches en vela, no más terrores nocturnos que la asfixiaran en la soledad de la oscuridad. Se sentía más en control de sí misma, más en sintonía con su cuerpo y su mente.

Le había contado todo esto a la profesora Byul, la única persona en quien realmente confiaba para compartir esas experiencias tan íntimas. Cuando le habló de Chaeryeong y de cómo el vínculo con su amiga fantasma parecía haberse fortalecido en los últimos días, Byul sonrió de una manera que no había visto antes. Una sonrisa ancha, brillante, como si aquello confirmara algo que la profesora había estado esperando desde hace tiempo.

—Tu don está ganando fuerza,— Sus ojos estaban llenos de orgullo, —Ahora que tu cuerpo se está desintoxicando, estás empezando a conectar de manera más profunda con el mundo espiritual. Los espectros seguirán allí, pero ahora tendrás el poder para manejarlos sin que te dominen.

Aquello había sido un gran alivio para ella. Los espectros ya no la abrumaban como en los primeros días de abstinencia, cuando parecían multiplicarse en su presencia, consumiendo su energía y su cordura. Ahora, aunque seguían ahí, eran mucho menos notorios, como sombras que merodeaban en los límites de su percepción, sin la capacidad de penetrar su mente como antes. Se sentía distinta, pero de un modo positivo, como si el caos interno que la había acompañado durante tanto tiempo estuviera, al fin, ordenándose.

La oscuridad, esa presencia que siempre había estado en su vida, todavía permanecía allí, pero ya no tenía el mismo peso aplastante de antes. Seguía siendo una parte de ella, algo que no podía ignorar ni desterrar por completo, pero ahora ya no controlaba cada uno de sus movimientos. Por primera vez en lo que parecían años, sentía que podía caminar por la vida con algo de luz, con algo de paz. No se trataba de una cura total, lo sabía bien, pero era un respiro. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía bien.

Sin embargo, a medida que esa claridad comenzaba a instalarse en su mente, también empezaron a surgir nuevas preocupaciones. Pensó en el escuadrón de la directora Kang, en las habilidades que requería para formar parte de él. Se daba cuenta de que, aunque su don estaba fortaleciéndose y su cuerpo se volvía más resistente, aún había algo crucial que le faltaba: no sabía cómo pelear. No tenía ni la más mínima noción de defensa personal, y mucho menos de combate físico. ¿Cómo podría ser útil en una misión si no sabía protegerse?

Gen Mutante || JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora