CAPÍTULO VII

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Los días en el campus comenzaban a transcurrir con una extraña monotonía para todos, excepto para Jimin. Cada hora se sentía más pesada, más sofocante. Habían pasado cinco días desde su llegada a la academia, lo que significaba también cinco días sin drogarse. Cinco largos días sin las pastillas que durante años habían silenciado las voces y apagado las presencias que la acechaban. Al principio, pensó que podría manejarlo, que tal vez podría acostumbrarse, pero los síntomas comenzaron a golpearla con una fuerza implacable.

Las pesadillas, aquellas que la habían atormentado desde que tenía memoria, regresaron con una intensidad que no recordaba haber sentido antes. Se despertaba cada noche empapada en sudor, el corazón martilleando en su pecho como si intentara escapar de sus costillas. Al principio, eran solo sombras, formas vagas que se movían en los límites de su conciencia, susurros que se negaban a desvanecerse cuando abría los ojos. Pero entonces, comenzaron a aparecer rostros. Rostros que no reconocía. Y lo peor, incluso Chaeryeong parecía notarlo también.

—¿Por qué están aquí?— Le había preguntado la noche anterior, confundida por la repentina afluencia de nuevas presencias. Agotada, simplemente negó con la cabeza, deseando que todo fuera un mal sueño. El fantasma parecía tan desconcertado como ella. En sus días anteriores, desde su llegada, había sido solo Chaeryeong quien rondaba su vida, una presencia casi reconfortante. Pero ahora, más fantasmas la seguían, y sabía por qué: las drogas que solían mantenerlos a raya ya no corrían por su sistema.

A pesar de todo, se esforzaba por ocultar lo que estaba ocurriendo. Riendo con sus compañeras, entrenando como si todo estuviera bien. Pero el cansancio y la ansiedad estaban destrozándola lentamente desde adentro, desgastándola en silencio. Durante las clases, tamborileaba nerviosamente con los dedos sobre la mesa, su mente dispersa, incapaz de concentrarse. Sabía que las miradas de sus compañeros la seguían, curiosas, pero nadie decía nada. Nadie parecía darse cuenta de la oscuridad que la envolvía cada vez más.

Y entonces, estaban los espectros. Cada vez más tangibles, más persistentes. Soldados, mujeres desmembradas, niños... Sus cuerpos desgarrados y sus miradas acusadoras la seguían, haciendo que su piel se erizara y el pánico se apoderara de ella. No podía apartarlos de su mente, no sin ayuda, no sin las pastillas.

El aula estaba llena de murmullos, y los rayos de luz del sol se filtraban por las ventanas, pero apenas los notaba. Su mirada estaba fija en el escritorio frente a ella, los dedos tamborileando con rapidez sobre la mesa, intentando calmar la creciente ansiedad que se apoderaba de su cuerpo. Había intentado ignorar el dolor de cabeza constante, la sensación de frío que se apoderaba de sus extremidades, pero todo parecía cada vez más insoportable.

Sus pensamientos iban y venían con rapidez, como si su mente fuera incapaz de aferrarse a una sola idea. El sonido de la tiza raspando el pizarrón retumbaba en su cabeza como si estuviera amplificado, haciéndola estremecerse ligeramente con cada trazo que el profesor hacía. Cerró los ojos por un momento, intentando concentrarse en su respiración, pero lo único que logró fue escuchar ese familiar susurro a su lado.

—Jimin...— Escuchó. 

Su cuerpo se tensó inmediatamente. La voz era tan suave, tan infantil, pero la conocía bien. "No, no otra vez," pensó, apretando con fuerza las manos sobre la mesa, sus nudillos poniéndose blancos. No podía volverse a enfrentar a eso, no ahora, no aquí.

El sonido de la tiza continuaba, implacable. Sentía como su pie comenzaba a moverse nerviosamente bajo la mesa, en un intento vano de liberar la tensión que se acumulaba en su interior. No quería mirar, no quería escuchar, pero los susurros se intensificaban.

Gen Mutante || JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora