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— ¡Samantha!

La aludida levantó la vista del libro que había estado leyendo para prestarle atención al par de cachorros que se acercaban a ella; dos alfas con sonrisas enormes y aromas curiosos que se mezclaban entre sí increíblemente, se detuvieron frente a la omega, quien solo alzó una ceja en cuanto los tuvo cerca.

Había una altura algo significativa entre ellos, el castaño de cabellos revueltos era más alto que el pelinegro de cabello desordenado, el cual tenia algunos rizos, uno más robusto que el otro, hombros anchos y brazos fuertes, el rostro todavía joven del alfa menor contra las marcadas facciones del alfa mayor.

Las vestimentas de ambos también contrastando entre ellos; mientras uno llevaba cálidos tonos otoñales entre rojizos ladrillos y marrones, el otro lucía ropas holgadas en tonos grises y negros.

Parecían alfas grandes, pero no eran más que cachorritos.

El concentrado aroma del café del alfa castaño junto al inconfundible perfume a canela del alfa pelinegro inundando el aire. Una rica combinación que hizo a Samantha respirar hondo para llenarse de la fragancia, logrando captar el suyo propio haciendo ese increíble combo que tanta tranquilidad le traía. Los tres juntos, como un delicioso caramelo de capuchino que llenó de forma suave la biblioteca estudiantil.

— ¿Cómo estás Samantha?

— ¿Te encuentras mejor?

La aludida rió por las voces combinadas de ambos cachorros.— Estoy bien, solo fue un resfriado que ya pasó.

Hace menos de una semana había estado con un terrible dolor de cabeza a causa de la fiebre del resfriado, y ambos alfas habían estado tan alterados por ella que incluso llegaron a agobiar a Samantha. Los chicos eran atentos, quizás demasiado, y les agradecía, pero a veces solían exasperarla tanto. Entendía que de alguna manera quisieran cuidarla al ser ambos alfas, pero Samantha era perfectamente capaz de sobrevivir a una simple gripe.

Ambos eran igual de exagerados.

— ¿No estás cansada?

— ¡Déjame llevar tu mochila!

— ¡Yo también puedo llevarla!

Y de nuevo, ese par de mocosos comenzaron una pequeña pelea para conseguir llevar su mochila. Samantha se dedicó a rodar los ojos y suspirar frustrada, simplemente aplaudiendo un par de veces para llamar su atención y hacer que se detuvieran. Cuando ambos pares de ojos estuvieron sobre ella, la omega sonrió divertida. En esos momentos volvían a relucir los ojos brillantes y los pucheros berrinchudos del par de cachorros.

— Soy perfectamente capaz de llevar mi mochila, alfas tontos.

— Pero... fue un largo día, quizás debes estar cansada —Félix replicó con un puchero, lo que hizo a Samantha sonreír enternecida. Y a Osvaldo cruzarse de brazos con un mohín molesto por ello.

— Lo estoy, pero ustedes también deben estarlo, ¿por qué quieren llevar mi mochila cuando ustedes cargaron la propia todo el día?

— Podemos con eso, somos fuertes —ambos hincharon su pechos orgullosos, alzando un brazo para mostrarle sus músculos. Félix destacando mucho más que Osvaldo, aunque el castaño también tenía lo suyo.

Ambos se miraron en silencio, retándose mutuamente antes de que Lix adoptara otra pose ridícula para mostrar más de sus músculos, siendo seguido por Valdo que hasta el momento le daba buena batalla.

Y después, el alfa pelinegro levantó su camiseta enseñando el abdomen jodidamente trabajado con esa sonrisa fanfarrona en su rostro. Osvaldo abrió la boca indignado, tocando su propio cuerpo no tan cincelado; quizás comer de más ese día no fue tan buena idea. Asintiendo aceptó su derrota, con Lix feliz. Eso solo hizo a Samantha reírse de manera jovial, provocando sonrisas bobas en ambos cachorros ante el bonito sonido de su risa.

<Cappuccino Candy> Omegaverse [Rivers] [Elmariana] [Producción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora