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Cuando Sabi colgó su mochila sobre su hombro derecho y salió de casa dio un saltito asustada al notar dos grandes cuerpos frente a ella que estaban por tocar la puerta, se rió por su reacción vergonzosa y después les sonrió, abriéndoles la puerta a los alfas de su hermana para que pudieran entrar.

Aunque ciertamente no se esperaba del todo que en realidad se atrevieran a ir; conocía a Osvaldo, sabía que su mejor amigo quería tanto a Samantha que incluso se alejaría para evitar hacer algo del que no esté consentido por completo. Y bueno, Félix seguía siendo tímido cuando de esos temas se trataba.

De todas formas, se alegró de haber empacado para por lo menos una semana, incluso sabiendo que el ciclo de su hermana duraba tres días, porque no quería llegar cuando hubieran secuelas y los encontrara jodiéndose en la cocina o algo así. No quería ver un trío.

— Hay comida que dejé hecha, así que no se preocupen mucho por eso —les explicó con voz suave, poniéndose serio después para decir lo siguiente—. Hay condones en su habitación, así que si algo pasa sean cuidadosos, ¿de acuerdo? Pueden llamarme en cualquier momento, estaré con Sebastián en su casa.

— ¿Estaremos solos? —Félix se escuchó nervioso, casi temblando como un perro chihuahua, y eso claramente divirtió a la omega, pues sonrió de forma burlona.

— Nuestros padres trabajan hasta tarde, así que sí, estarán solos hasta la noche. Cuando lleguen expliquen quiénes son y qué hacen aquí, les prometo que no les pasará nada. Mamá es una omega amable y mi papá un beta tranquilo, no les darán problemas.

El pelinegro miró al castaño con algo de duda, pero Osvaldo le sonrió y colocó una mano en su hombro para apretarlo en un silencioso apoyo, tomando en cuenta que ya conocía a los padres de ambos omegas. ¿Y cómo no? Era el primer celo que pasaban los tres juntos, ambos alfas tenían miedo de que algo saliera mal y dañaran a la menor.

Ninguno de los dos había estado antes con un omega en celo, y quizás no sean vírgenes y hayan pasado sus propios calores con betas, pero nunca participaron en el estado más vulnerable de un omega. Todo podría salir bien como también todo podría salir mal, lo que sucediera dentro de esa habitación podría ayudar o perjudicar aquella extraña relación que habían estado manteniendo.

Los nervios eran palpables, las ansias también, y el miedo de ser rechazados por la chica que todo ese tiempo había permanecido en un tira y afloja con ellos les recorría los cuerpos. Samantha no los tomaba en serio a pesar de todos sus intentos, o al menos eso hace creer por la forma en que evitaba hablar seriamente sobre su situación.

Tampoco habían querido presionarla o hacer que se estresase demasiado, por lo que poco a poco dejaron de insistir y sólo permanecieron a su lado tratando de demostrarle que ambos eran buenos alfas para ella. Y se lo demostrarían en esa ocasión, una vez entren en la habitación no habría vuelta atrás y la decisión final sería de la menor.

— Hagan todo lo que ella les pida, ¿está bien? No sé nieguen a nada, este ciclo es delicado para nosotros, así que sean atentos. Y recuerden, esto es sobre ella, no sobre ustedes, no busquen su propio placer, busquen el de ella, ¿de acuerdo? —sus ojos les miraron amenazantes, su usual tono de voz suave escuchándose seria. Y cuando ambos alfas asintieron, Sabi volvió a sonreír como sólo ella sabía hacer— Confiaré en ustedes, ¡suerte~!

Con un puño alzado y una mirada sugerente, Sabi salió de la casa cerrando tras el para ir al auto de su novio.

Ambos alfas se quedaron en la entrada escuchando el motor desde afuera hasta que se hubo alejado, y entonces todo quedó en silencio. Al menos todo lo silencioso posible con los bajos lloriqueos desde la habitación de Samantha; desde donde se encontraban podían sentir el aroma, de hecho, podían sentirlo desde afuera, y era tan fuerte que resultaba ser embriagador.

<Cappuccino Candy> Omegaverse [Rivers] [Elmariana] [Producción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora