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Osvaldo vio el momento exacto en que los ojitos de su menor brillaron de anticipación al ver la bandeja de comida chatarra que llevaba en manos, acercándose a la mesa del McDonald's dónde habían ido a festejar la victoria del equipo de Félix.

El futbolista estaba a un lado de la omega, sonriendo con adoración cuando Samantha se apresuró en sostener una de las hamburguesas para darle una enorme mordida hambrienta que logró mover los ingredientes y manchar su mentón con kétchup.

— Samantha ten cuidado, esa camiseta es bonita —el alfa menor le riñó risueño, agarrando una de las servilletas de los servilleteros metálicos para limpiarle el desastre, con Samantha dejándose sin quejarse, sólo concentrándose en comer.

— Come despacio, vas a ahogarte, Sam.

— Tengo mucha hambre —la omega habló con la boca llena, tragando para después abusar del refresco que le pasó Félix, soltando un suspiro satisfecho—No había comido nada desde que salí de clases para venir a celebrar.

— A veces me sorprende verte comiendo así —Osvaldo murmuró con ojos divertidos, observando la manera en que la menor devoraba esa hamburguesa grande como si nada, para luego irse por sus papas fritas en el envase rojo, las cuales llenó de kétchup. Y Félix en cambio resopló cuando volvió a mancharse, sólo limitándose a limpiarla de nuevo, colocando esa vez una servilleta en su cuello para no ensuciar su ropa.

Samantha se sintió un poquito avergonzada por ello, pero en vez de quejarse se dedicó a seguir comiendo bajo la mirada de sus alfas que también se habían unido a comer con ella para no dejarla sola. Y es que en verdad no había mentido; no probó ni un solo bocado de comida, ni siquiera cuando Juan le ofreció almorzar con él, porque quería llegar a celebrar como se debía cuando Félix ganara.

Incluso cuando ni siquiera había terminado el partido, Samantha sabía que su pequeño alfa podía aplastar sin ningún problema al equipo contrario, ¿cómo no? Si Félix era el mejor a sus ojos. Podía todavía ser un cachorrito, pero era increíble cuando detuvo el balón y lo pateo de tal forma que a la distancia logrando ganar con facilidad gracias a su gol.

Además, se veía condenadamente guapo con el uniforme que se amoldaba a la perfección con su cuerpo. ¿Era extraño pensar que incluso sucio era sexy? Porque Samantha se atrapó en varios partidos lamiéndose los labios cuando sus ojos se deslizaban por las piernas duras y fuertes del alfa hasta llegar a su trasero, y esos brazos que se tensaban cuando sostenía la pelota, venas saltando debido a la fuerza.

— Aish, Samantha, en serio —la risa de Osvaldo la sacó de su ensimismamiento cuando Félix se volvió a quejar porque Samantha ahora había derramado el refresco sobre su barbilla por andar distraída. La omega tragó saliva nerviosa por el rumbo extraño de sus pensamientos, quitándole la servilleta al pelinegro para limpiarse ella misma, ignorando el calor de sus mejillas por el bochorno.

— ¿Quién es el bebé ahora, eh? —gruñendo, Samantha le lanzó la servilleta usada al castaño, quien siguió riéndose por el ceño fruncido de la omega.

— Ustedes par de mocosos, siempre serán bebés, ¿de acuerdo?

— Pero nosotros no hacemos un desastre con la comida, Samy.

— Bebés dije, ahora chupa tu chupón —obligó a Félix sostener una patata frita como chupón, las escandalosas carcajadas del castaño resonando por el local sin importarle en absoluto que hubiera gente que les enviaban miradas curiosas.

Samantha estaba demasiado avergonzada como para tomarle importancia.

— ¿Van a seguir haciendo eso? Porque es asqueroso —la mueca de desagrado de la omega hizo reír a la pareja que hacía un segundo se sumían en mimos acaramelados frente a ella

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— ¿Van a seguir haciendo eso? Porque es asqueroso —la mueca de desagrado de la omega hizo reír a la pareja que hacía un segundo se sumían en mimos acaramelados frente a ella.

Juan se apartó un poco del cuello de su novia para mirar a su mejor amiga, encontrándolo con esa mueca enfurruñada que sólo daba gracia por lo adorable que era la razón de su irritación. Y Samantha estaba cuestionándose porqué rayos pensó que ir donde ellos lograría distraerla un poco de su reciente problemita, pero lo único que obtuvo a cambio es que fuera ignorada descaradamente por la pareja que se hacía llamar sus mejores amigos.

— Estás un poquito amargada por nada, ¿no es tu alfa después de todo? —Abril le alzó una ceja curiosa, con las manos abrazando la cintura de su beta que se encontraba sentado de lado sobre sus piernas— No creo que sea para tanto.

— Samantha no quiere herir a ninguno, por eso le da tantas vueltas al asunto.

— Debería entonces aceptarlos a ambos.

— No es tan fácil, Abril —el castaño le acarició el mentón distraído, mirando los pequeños ojitos de su alfa brillando en cariño hacia él—. Imagina que estás en su situación, dos alfas quieren pretenderte pero los quieres a ambos, ¿qué harías?

— Irme con ambos, sería grandioso, ¿no? —encogiéndose de hombros, respondió sin siquiera pensarlo demasiado— El sexo sería interesante, ¿no crees? Un trío...

— No tendremos un trío —el beta sentenció decidido, su mirar demostrando que no estaba para discusiones, ganándose una queja de la alfa.

— ¡Ni siquiera lo pensaste!

— ¡Y tú eres una asquerosa! Ni siquiera lo pensaste bien Abril, sólo pensaste en sexo.

— Es que en verdad sería interesante —la aludida rió jovial, sin tomarse en serio esa conversación—. Mira, soy una omega bonita que tiene a dos alfas tontos tras ella, ¿qué mejor que aceptarlos a ambos y así me los jodo a ambos?

— Eres horrible —Juan negó con la cabeza en falsa decepción, sólo obteniendo más risas de su novia. Sabiendo que ninguno hablaba en serio.

— Sigo por aquí, par de pervertidos. Y no pienso aceptarlos a los dos sólo por sexo.

— Aburrida —los miró incrédulo a ambos, porque sí, incluso Juan se unió a su alfa para hablar al unísono.

En serio, ¿por qué fue con ellos en primer lugar? Pudo haber ido con Sebastián, el alfa mayor era mucho más sensato en cuanto a escuchar y aconsejar se hablaba. Estaba también para ella no sólo por ser su cuñado, sino también por ser su amigo, por lo que cada vez que tenía una nueva queja le oía con atención incluso estando Sabi con ellos. Así que sí, ¿por qué fue con ese par de degenerados desvergonzados?

Ah, cierto, Sebastián está en celo. Una mueca de desagrado se formó en su rostro al recordar a su hermana decirle sin pudor la razón del porqué llegó a casa oliendo a sexo y feromonas de alfa por todas partes. Iugh.

— Yah, Samantha, le das muchas vueltas, sólo acéptalos y listo —Abril volvió a hablar, esa vez con voz seria y ojos calmados—. Tu problema es que no quieres hacerles daño teniendo que rechazar a uno, entonces, ¿porque no aceptarlos a ambos?

— No puedo...

— Ambos te hacen sentir bien, sus aromas mezclados te tranquilizan y sus solas presencias hacen a tu omega sentirse alegre, ¿por qué complicarse tanto entonces?

— Pero...

— Samyyy —esa vez, Juan la interrumpió, sus ojos cafés siendo comprensivos—, sé que los quieres, tu omega sobre todo los quiere también. Dales una oportunidad, y si no funciona entonces no salgas con ninguno.

Son ambos o ninguno. Samantha recordó sus palabras dichas cuando se sintió abrumada por primera vez ante el lío amoroso en el que se había metida. Había tomado esa decisión de manera precipitada meses atrás, sin pensarlo de verdad, como debería de corresponderle, y cuando lo hizo con seriedad, su omega llegó a la misma conclusión...

Yo soy de ellos, y ellos de mí, o son ambos o ninguno.

Yo soy de ellos, y ellos de mí, o son ambos o ninguno

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<Cappuccino Candy> Omegaverse [Rivers] [Elmariana] [Producción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora