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Samantha alzó la cabeza para comenzar a olisquear el aire al percibir un fuerte aroma familiar acercarse hacia donde ella se encontraba, que era justamente dentro de la enorme biblioteca escolar en el pasillo de libros de ficción y fantasía.

Incluso dejó el pequeño libro que la había estado entreteniendo para asomarse con curiosidad en busca de saber si era quien estaba pensando, y no fue exactamente a quien tenía en mente, pero era bastante comprensible que oliera a ella cuando era su pareja.

— Apestas a Abril, iugh —arrugó la nariz en desagrado fingido al tiempo en que Juan enfocaba sus ojos en ella—. ¿Te orino encima o qué?

El beta castaño río divertido, alzando parte de su camiseta holgada para llevarla a su nariz, notándolo también. Es decir, Juan ni siquiera se había dado cuenta que, literalmente, apestaba a Abril hasta el punto en que su olor propio había sido escondido, pero tampoco lo sorprendió. No después de lo que pasó la noche anterior.

Samantha abrió los ojos en sorpresa cuando el beta le enseñó la razón; una marca todavía rojiza en el espacio de su cuello y hombro, la cual notablemente era reciente.

— Quería hacerlo desde hace tiempo, así que anoche finalmente la dejé —encogiéndose de hombros, Juan se sentó en las sillas de la biblioteca, dejando su mochila encima de la mesa amplia para sacar un par de libros con la intención de continuar con los trabajos que había olvidado hacer—. Abi dijo que tardaría en sanar un poco más ya que soy un beta.

La omega hizo una mueca, un poco agobiada por el intenso perfume de Abril al cual no se terminaba de acostumbrar. Era fuerte, bastante, a decir verdad, y Samantha no era precisamente fan de los aromas tan potentes. Mucho menos cuando se trataba de Juan, estaba tan familiarizada con ese olor sutil a jamaica que sólo se remarcaba en cierto punto que de pronto sentirle algo tan marcado como la leve amarga esencia de las toronjas era incluso hasta agobiante.

No podía decir algo malo acerca de ello cuando Juan se veía en verdad ilusionado con su nueva marca de pareja; los ojos cafés destellaban en alegría, con los pómulos pecosos sonrojados en levedad y esa enorme sonrisa en los labios que la contagiaba también.

— ¿Y duele mucho? —buscando molestarlo, Samantha llevó un dedo a la marca para tocarla, causándole un pequeño agudo dolor que hizo al beta saltar y lloriquear bajo, mientras la menor reía.

Si fuera un omega, Juan ni siquiera sentiría cosquillas al alguien ajeno a su alfa tocar su marca, pero al ser un beta el dolor de la herida se sentía el triple de fuerte. Incluso seguía un poco hinchada además de enrojecida, parecía demasiado doloroso a simple vista. Se notaba que la cicatrización tardaría a pasos de caracol contrario al caso de los omegas, quienes sanaban dos días después.

— ¡Samy, todavía está sensible! —le reprendió, aunque eso no detuvo sus carcajadas. Juan puchereó y bufó molesto, cruzándose de brazos como un cachorro enfurruñado— Mala, mala, Samy mala.

— Ya, perdón, Juan, siempre quise hacer eso —dejándose de reír, se acomodó en la mesa de la biblioteca para acostarse a descansar un rato, colocando uno de los libros de Juan para esconder su rostro—. No conozco a nadie que lo haya hecho, así que eres el primero.

— Umh... Sabi todavía no ha sido marcada, ¿cierto?

— Sebastián hyung dice que piensan esperar un poco, no tiene mucho que comenzaron a salir y aunque una marca de emparejamiento ya no es tan importante, piensan que sería apresurado.

Juan asintió un poco distraído al ya haber comenzado a resolver los problemas de su clase de estadística.— Es lindo, Sebas quiere hacerlo especial para Sabi.

— De todas maneras creo capaz a Sabi de dejarse, ella lo quiere mucho.

Mentira no era, Sabi en verdad estaba tan encantada por Sebastián como lo estaba el alto por ella. Ambos se querían lo suficiente como para hacer ese acto antiguo de los años clásicos al que había sido despojado de seriedad con el paso de la vida moderna; los lobos ya no se regían por ese tipo de reglas, habían creado las suyas propias junto a pensamientos actualizados.

Así que, el que un omega caminara sin una marca por ahí junto a un alfa era tan normal como beber agua. A nadie le importaban los líos amorosos de los demás, si querías presumir una marca de emparejamiento sea lo que seas o no, a la sociedad le daba completamente igual. Al menos así era con los adultos jóvenes y adolescentes, ya que los adultos mayores y ancianos seguían siendo conservadores.

— ¿Y qué hay de ti? —la repentina pregunta que rompió ese corto silencio que se había formado hizo a Samantha abrir los ojos y fruncir las cejas sin comprender— ¿Te dejarías marcar?

— Ni siquiera tengo una pareja.

— Tienes a dos alfas que babean por ti como idiotas —Samantha pareció querer responder, pero sólo alcanzó a abrir la boca antes de cerrarla, con sus mejillas pigmentándose. A lo que Juan añadió—. Si llegas a aceptar a alguno de los dos, ¿dejarías que te marcara?

La omega ni siquiera lo pensó cuando respondió con seguridad.— No llevaré la marca de uno si lastimaré al otro —como cada vez que alguien le cuestionaba aquello.

Y es que podían llamarla terca, pero Samantha no pensaba hacer algo que llegase a herir a alguno de sus cachorros, no sería capaz. Inclusive cuando había estado llenándose la cabeza con ese tipo de cuestionamientos desde la conversación con Sebastián, siempre llegaba a la misma conclusión; no elegiría a uno sobre otro.

No eran objetos que podías desechar como basura inservible, eran personas con alma de cachorro que se mantenía tan llena de ilusión cómo casi nadie en la actualidad. ¿Cómo siquiera podría romper algo tan puro como el alma de un niño?

— Entonces... ambos podrían marcarte...

Arrugando la frente y los labios en una mueca confundida, Samantha preguntó;— ¿Es posible ser marcada por dos alfas a la vez? ¿No sería peligroso?

— No lo sé, no conozco a nadie con la misma situación poliamorosa que tú. Quizás existan más casos como estos, pero no son muy escuchados, ¿o alguna vez oíste acerca de un alfa marcando a dos omegas o dos alfas a uno?

¿Un alfa marcando a dos omegas? ¿Dos alfas y un omega? ¿Era siquiera posible? Se escuchaba como una situación complicada, y quizás lo sea. Quizás sea difícil, ¿pero será imposible?

 Quizás sea difícil, ¿pero será imposible?

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