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Osvaldo gimió apenas sintió sus sentidos volver a él después de que en algún momento se quedara dormido, y con los ojos todavía cerrados llevó una de sus manos bajo las sábanas que lo cubrían para tocarse un poco al sentirse sensible, pero lo único que sus dedos sostuvieron fueron suaves cabellos largos. Después abrió los ojos y se alzó un poco sosteniéndose con sus codos, levantando la sábana para descubrir a su menor jugando con su miembro.

Bueno, que linda manera de despertar.

La omega le sonrió con descarada inocencia mientras paseaba su húmeda lengua a lo largo de su falo erecto, jadeando cuando chupó su rosada cabeza y engulló después. ¿En qué momento Samantha le había bajado los pantalones? Osvaldo no lo sabía, pero tampoco podía concentrarse en buscar una respuesta cuando sentía la cálida cavidad bucal de la rubia envolver su sensible miembro.

Incluso se dejó caer de nuevo, con las cejas fruncidas y sus manos apretando la tela bajo sus dedos, dejando que la omega hiciera lo que quisiera con su cuerpo. La boca de Samantha le abandonó, pero no esa mano que lo acariciaba de arriba a abajo con lentitud, como si estuviera tentándolo, como si quisiera enloquecerlo.

Y quizás lo logró cuando acercó sus labios a la hinchazón en la base de su erección para lamerla y chuparla, arrancando del alfa un profundo gruñido ronco por la sensación tan placentera al su nudo no lleno ser atendido. Samantha pareció emocionarse ante esa reacción, porque después de que su cuerpo tuviera cosquilleos ante el gruñido, siguió jugando con el nudo desinflado del castaño, sabiendo perfectamente que era, quizás, la zona más sensible en el cuerpo de un alfa.

— E-espera... Samantha —la llamó en un murmuro tembloroso, llevando sus manos de nuevo al cabello de la aludida, quien dejó su miembro para gatear por su cuerpo hasta colocarse encima, cada pierna a los costados de la cadera del alfa y cada mano a los lados de su cabeza, mirándole desde arriba con una expresión lujuriosa—... Samy.

La omega se inclinó para ir directo a su mandíbula, donde repartió pequeños besos húmedos hasta llegar a su cuello, donde paseó su nariz en busca de envolverse con el adictivo aroma del alfa, gimiendo cuando penetró sus fosas nasales. Y movió sus caderas desnudas sobre él, sintiendo la longitud del castaño deslizarse por sus pliegues de manera superficial, la humedad del lubricante natural haciéndolo mucho más placentero.

— Mimos —fue lo que pidió cuando se sentó sobre su erección, aplastándola bajo sus muslos internos, mirándole con una expresión de falsa inocencia.

— ¿Mimos? —cuando la menor asintió, Osvaldo tuvo que sacudir la cabeza para mantenerse estable, porque Samantha había saltado un poco emocionada y eso, por supuesto, se había sentido condenadamente bien— E-está bien, Samy... te daré... te daré mimos.

Y Samantha se inclinó de nuevo, escondiéndose en su cuello para poder dejar las caderas desnudas un poco alzadas, sosteniendo las manos del pelicastaño para obligarlo a tocar su cuerpo. La misma omega hizo a Osvaldo sostener sus glúteos, apretando un poco también para después soltarla y dejar que él hiciera el resto.

Pero el alfa tragó saliva nervioso, sin querer moverse demasiado, todavía un poco aturdido por la manera en que fue despertado y atacado. Así que sólo se dedicó a acariciar, sin atreverse a ir más allá de la zona en que la rubia lo había dejado, escuchando sus suspiros satisfechos.

Un bajo gruñido se escuchó a un lado de ambos, antes de sentir movimiento en la cama, dándose cuenta de que Félix también había caído en el sueño en algún momento. Quizás fue mientras ambos llenaban de cariñosos abrazos a Samantha que terminaron por perder ante Morfeo, no lo sabía, tampoco le dio el tiempo de intentar buscar la respuesta cuando la menor se movió para quitarse de encima y así irse con el alfa a su lado.

<Cappuccino Candy> Omegaverse [Rivers] [Elmariana] [Producción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora