Enseñando al enemigo

20 4 40
                                    


Los jardines de la Mansión Prince, normalmente silenciosos y sombríos, estaban ahora llenos de actividad. Voldemort se había mostrado inesperadamente activo aquella tarde, haciendo que los tres jóvenes se reunieran bajo el pretexto de un "entrenamiento". Harry, Hermione y Draco intercambiaron miradas inciertas mientras Voldemort paseaba frente a ellos, su túnica negra ondeando al viento.

Es patético —dijo Voldemort con una sonrisa torcida—. Tres magos jóvenes, supuestamente destinados a desafiarme, y miren lo débiles que son. ¿Acaso creen que con sus simples Expelliarmus y Protego podrán siquiera rasguñarme?

Harry sintió cómo la rabia se acumulaba en su pecho, pero la mantuvo a raya. Ya sabía que responderle a Voldemort nunca terminaba bien.

—¿Qué esperas que hagamos, Voldemort? —respondió Draco, su tono más desafiante de lo habitual, aunque no podía esconder el nerviosismo en su postura—. ¿Que juguemos a ser tus soldados?

Voldemort se detuvo de golpe, girando la cabeza lentamente hacia Draco, sus ojos rojos brillando con un brillo peligroso.

—Soldados... —musitó, antes de que una risa gélida y cortante escapara de sus labios—. Si yo quisiera soldados, no los elegiría a ustedes, Draco. Pero tal vez... puedo hacer algo mejor con lo que tengo. Al fin y al cabo, si han de sobrevivir en este mundo, más les vale aprender algo útil.

Con un gesto rápido, sacó su varita y apuntó hacia Harry.

—¡Expelliarmus! —exclamó Voldemort en un tono exagerado y burlón, con una mirada teatral hacia Harry—. ¿Ves, Potter? Lo haces todo el tiempo, como si ese fuera el único hechizo que conoces. ¿Acaso no te han enseñado nada más en todos estos años?

El rostro de Harry enrojeció, sintiendo la humillación. Hermione intentó intervenir.

—Harry sabe más que eso, y tú lo sabes bien. No es necesario que—

Voldemort la interrumpió con un gesto de su mano.

—Silencio, Granger —dijo Voldemort sin molestarse en mirarla—. No estoy aquí para que me den excusas. Estoy aquí porque, sinceramente, me dan lástima. Y cuando me dan lástima, me aburro. Y cuando me aburro... las cosas se vuelven... interesantes.

Con una agilidad inesperada, Voldemort lanzó un hechizo hacia Harry. No un ataque mortal, sino algo lo suficientemente rápido como para probar su reacción.

—¡Protego! —gritó Harry, levantando su escudo justo a tiempo. Pero antes de que pudiera hacer algo más, Voldemort ya había lanzado otro.

—¡Stupefy! —dijo Voldemort, su voz suave pero firme.

Harry fue lanzado hacia atrás, rodando sobre la hierba húmeda. Hermione levantó su varita, pero Voldemort no le prestó atención, claramente entretenido.

—¡Por favor, Potter! —dijo Voldemort con desprecio—. Debes aprender a usar tu magia de manera más creativa. No siempre se trata de proteger o desarmar. Hay más en la magia que el bien y el mal, que la defensa y el ataque.

Draco, que había permanecido callado, observó la escena con una mezcla de fascinación y miedo. Hermione, en un impulso, lanzó un hechizo de atadura hacia Voldemort, pero este lo bloqueó con una facilidad insultante.

—Bien, bien, Granger —dijo Voldemort, levantando una ceja—. Al menos intentas algo diferente. Aunque podrías hacerlo mejor.

Hermione se mordió el labio, intentando mantener la compostura. A su lado, Harry se levantó lentamente, frotándose el hombro. La mirada de Voldemort se suavizó, o lo más cercano a eso que podía ser.

Alguien a quien llamar papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora