Intentando amigar con el enemigo

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Sirius no había dormido mucho desde su llegada. Los días se habían vuelto más tensos en la Mansión Prince, especialmente después del violento choque con Voldemort y Bellatrix. Aunque aceptaba quedarse por el bien de Harry, no podía ignorar la inquietante presencia de aquellos a quienes había odiado durante tanto tiempo.

En la cocina, Harry y Sirius compartían un desayuno tenso. Hermione estaba revisando algunos libros sobre maldiciones antiguas, mientras Draco parecía perdido en sus propios pensamientos, más silencioso de lo normal. Bellatrix, por su parte, observaba a todos desde una esquina, disfrutando del malestar palpable en el ambiente.

Voldemort no se veía por ninguna parte. O al menos, eso pensaba Sirius.

—Necesitamos hacer algo —murmuró Sirius, cortando el silencio—. No podemos seguir aquí, Harry. Tarde o temprano, Voldemort hará su jugada y...

—Él ya está haciendo su jugada —interrumpió Harry, mirándolo directamente a los ojos—. Sólo que no es la que esperabas. No todo es sobre la violencia, Sirius.

Sirius lo miró incrédulo.

—¿No todo es sobre la violencia? —repitió, sin poder creerlo—. ¡Este hombre asesinó a tu familia, Harry! ¡A mis amigos! ¿Cómo puedes decirme que no es todo sobre violencia?

Harry respiró profundamente, sabiendo que la discusión era inevitable.

—Lo que quiero decir es que tenemos que encontrar otra forma. Luchar no siempre es la respuesta. Lo estoy viendo, Sirius. He pasado tiempo con Voldemort, he hablado con él... y está empezando a cambiar.

Sirius lo miró fijamente, con la incredulidad aún reflejada en sus ojos.

—¿Cambiar? ¿De verdad crees que alguien como él puede cambiar? —Sirius soltó una risa amarga—. Harry, estás jugando con fuego.

—Y tú también —interrumpió una voz suave y peligrosa desde la puerta.

Todos giraron sus cabezas hacia la entrada, donde Voldemort apareció con la misma elegancia inquietante de siempre. Caminó lentamente hacia la mesa, su mirada fija en Sirius.

—La diferencia es que yo sé cómo no quemarme —añadió Voldemort, con una sonrisa astuta en sus labios.

Sirius apretó los puños, claramente controlando el impulso de atacar, pero se contuvo. Harry lo miró con advertencia, rogándole con los ojos que no hiciera nada imprudente.

Voldemort ignoró la tensión y se sentó en la mesa, su mirada recorriendo a todos los presentes, como un rey que evaluaba a sus súbditos.

—Creo que ha llegado el momento de que entrenemos juntos —dijo Voldemort, con una calma que hizo que la piel de Sirius se erizara—. No es suficiente con hablar. Si realmente queremos ganar esta guerra, necesitamos algo más que palabras. Necesitamos acción. Necesitamos habilidad.

Harry frunció el ceño, confundido.

—¿Entrenar? —preguntó.

Voldemort asintió, con una expresión calculadora.

—Es hora de que aprendas más que simples hechizos defensivos, Potter. No puedes salvar el mundo con un "Expelliarmus" cada vez. —Sus ojos se movieron hacia Draco, quien parecía sumido en sus propios pensamientos—. Y tú, Draco, también tienes mucho que aprender. Estás distraído, confundido. Lo siento. Pero si sigues en ese estado, terminarás muerto antes de que puedas comprender qué está realmente en juego.

Draco levantó la vista con lentitud, sus ojos opacos, pero una chispa de desafío titilaba detrás de ellos.

—¿Y qué más da? —murmuró Draco, su voz apenas audible—. Ya han matado a mi familia. ¿Qué queda para mí?

Alguien a quien llamar papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora