16 parte I

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Hola, antes de empezar, este capítulo lo subí a las 5am desde el celular porque a mi compu se le salen las teclas de nuevo jajsk

Si tengo alguna falta me dicen porque ya saben, a esta hora uno anda con la realidad alterada

Y quiero que entiendan algo: este capítulo es sumamente necesario y  es más del papá de Kim y cómo influye en el siguiente capítulo. Si vieron una imagen de Nico y Kim en un auto... por ahí va.

16

La recompensa

PARTE I

—Que ya estoy bien —dijo el muy terco, tirado en el sofá—. No necesito ningún doctor.

—Pero ni siquiera te puedes poner de pie —le recordó Kass, de rodillas y tomándole sus manos—. Por favor, ve a médico. Por favor, por favor, por favor...

—Si vamos a urgencias me tendrán ocho horas esperando. ¡Solo fue un desmayo! ¿Quién no se ha desmayado alguna vez en su vida?

—Conozco a un doctor que podría ayudarlos mañana mismo; somos amigos y él pude abrir un cupo para entenderlos en su clínica —aportó Kant—. Lo llamaré.

—Uhm... ¿Y cuánto cobra más o menos? —Esperé una respuesta que no hiciera temblar mi bolsillo. Aunque era capaz de dar todos mis ahorros si era necesario.

—Nah, de eso no te preocupes, yo arreglo con él.

—¿Qué? —negué de inmediato—. No, no, Kant, yo...

—Kim, está todo bien, no es nada, tranquila; yo pago.

Suspiré algo apenada. A veces me daba algo de vergüenza de que pagaran por mí, sobre todo porque siempre me las rebuscaba para salir adelante. Sin embargo, ahora no teníamos el dinero suficiente y Kant ni siquiera se había hecho problema para ayudar a papá.

—Vale, gracias, Kant, en serio. Solo espero que papá colabore y no se ponga terco como siempre. ¿Verdad, papá?

—Que ya... —Papá rodó los ojos—. Pero que conste que iré solo por mis niñas hermosas.

Papá odiaba ir a médico. Era un cabezón, y siempre fingía que nada le pasaba. Pero bueno, la cosa es que entre Kass y yo lo llevamos a la cama. Tenía náuseas y perdía un poco el equilibrio. Finalmente, Kant se fue de casa y yo volví a mi habitación, con la ligera intuición de que papá tenía algo más que un simple desmayo. Pero, ¿qué podía ser?

Abrí la puerta de mi cuarto sin imaginar que el chismoso de Nico estaba detrás, escuchando todo. Intentó improvisar acomodándole la peluca al esqueleto.

—Ya está. —Le dio unos golpecitos en el hombro—. Quedaste guapo.

—No tienes que fingir, Nicolás; siempre supe que tenías alma de señora chismosa —solté una risita.

—Vale, me has pillado. En mi defensa, estaba preocupado por mi suegrito.

—Bueno, tu "suegrito" se desmayó y no está muy bien...

—¿Qué tiene? —Una legítima preocupación brilló en sus ojos—. ¿Pasó algo?

Antes de contestarle, me senté en la cama, abrumada. Nico se sentó a mi lado y me apartó el cabello del rostro suavemente.

Vientos de Abril 🤎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora