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Antes de comenzar, espero que en Venezuela todo mejore y que se encuentren bien con sus familias. Allá están censurando información, por lo que es fundamental que personas de otros países divulguemos y generemos consciencia de lo que está pasando. No hay que abalar a ningún gobierno que pase a llevar los derechos de su gente. No importa si son de izquierda o derecha, tenemos que tener criterio propio, siempre.  


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Mi tenista favorito

Cuando llegué a casa, lo primero que vi fue que la mesa estaba llena de comida. Papá había preparado ensalada, tostadas, carne y tenía tarta de chocolate para recibirme. 

Al darme cuenta de que la casa estaba silenciosa y que no había nadie en el comedor, avancé hasta la cocina donde papá estaba sentado en la silla al lado de la mesa redonda. Hojeaba nuestro álbum de fotos con los ojos vidriosos. Cuando me vio, simplemente se limpió una lágrima y se puso de pie con una falsa sonrisa para saludarme. 

—¡Hola, Kimmi! 

—¿Pasó algo? ¿Estabas llorando? 

Papá sonrió con tristeza.

—No pasa nada, hija. ¿Vienes con hambre? 

—Papá... 

Él suspiró cuando le pedí que me contara. 

Papá lloraba con frecuencia, pero siempre a escondidas de nosotras. Una vez lo encontré en el establo llorando frente al cuadro de mi madre, y se me rompió el corazón. ¿Acaso ahora lloraba por lo mismo?

—Pasa que hoy fui a buscar a tu hermana a la escuela. M-me bajé de la camioneta entusiasmado por verla y cuando salió les dijo a sus amigas que yo era el señor que...

—¿Que...? 

 —Que hacía el aseo en su casa. 

Oh, no... 

—No sé qué hice mal... He intentado de todo para que a ustedes no les falte nada, yo las amo, son mis niñas... ¿Por qué se avergüenza de mí? Tal vez no tengamos todo el dinero del mundo, pero intento darles la vida que se merecen... 

Me cayó una lágrima y me vi en la necesidad de mirar hacia arriba. No me imagino lo que le tuvo que haber dolido a papá. Tenía alma de niño y a veces era muy ingenuo y generoso. Odiaba cuando lo hacían sufrir de esa manera. 

Le dije que yo hablaría con ella, por lo que subí la escalera, abrí la puerta de su habitación y la encontré llorando en su cama desconsoladamente. 

—Déjame sola, Kim. —Se pasó una mano por la nariz—. No quiero que me des un puto sermón. 

—Desconociste a papá, Kass. 

—¡Las chicas allá tienen una vida de lujo, Kim! —Kass se sentó en la cama con rabia—. ¡No sabes lo que es sentirse fuera de lugar! ¡No tienes idea de cómo hablan cosas que no entiendo porque no las he vivido! ¡No sabes lo que es sentirse horrenda con la ropa que yo llevo comparado con las de ellas! 

—Kass, yo te entiendo completamente, ¿sí? Y será un tema que hablaremos en familia ahora. Pero hiciste algo muy feo con papá, y no es primera vez que lo haces. ¿Y sabes qué pasa una y otra vez? Culpas a todos menos a ti de tus acciones. 

Vientos de Abril 🤎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora