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Vegeta abrió su refrigerador y se quedó mirando el contenido con una mezcla de resignación y creatividad. No había mucho, la mayoría eran verduras y algunos ingredientes básicos. Sabía que tenía a un invitado con el estómago de un niño pequeño, y si le decía que iban a comer ensalada, Rubén lo miraría como si le estuviera ofreciendo pasto.

Sin embargo, sus ojos se detuvieron en un ingrediente clave: tomate, perfecto para hacer gazpacho. Eso le dio una idea. Sonrió para sí mismo, imaginando cómo engañaría a ese omega con un platillo refrescante y nutritivo sin que se diera cuenta de que, básicamente, estaba comiendo algo similar a una ensalada líquida.

Se puso manos a la obra, mezclando los ingredientes, cortando verduras, y batiendo el gazpacho. Mientras cocinaba, se sintió extrañamente en paz, como si este pequeño acto de preparar algo para Rubén lo reconfortara de una manera que no había previsto. A medida que el aroma fresco y delicioso del gazpacho comenzaba a llenar la cocina, sabía que tarde o temprano Rubén no podría resistirse a asomarse.

Rubén, por su parte, seguía acurrucado en las sábanas, completamente envuelto en ese aroma de uva que lo había acompañado toda la noche. Estaba tan cómodo que no se había movido ni un centímetro desde que Vegeta se levantó. Sin embargo, algo cambió cuando el aroma de lo que sea que Vegeta estuviera preparando llegó a sus fosas nasales. El olor era tan apetitoso que, aunque no quería salir de la cama, su estómago tenía otra opinión.

Finalmente, no pudo resistirse más. Se asomó por la puerta, sus ojos aún adormilados, pero con una expresión de curiosidad.

Rubén: "¿Qué estás cocinando que huele tan bien, Vegetita?"

Vegeta (sin voltear, con una sonrisa): "Es una sorpresa. Algo ligero para que no te sientas tan pesado después de tu 'hibernación'."

Rubén (burlándose): "Ya me vas a dar de comer pasto, ¿verdad?"

Vegeta (riéndose): "Te lo vas a comer todo, ya verás. Y cuando te des cuenta de lo que es, va a ser demasiado tarde."

Rubén se acercó más a la cocina, siguiendo el rastro del aroma. Su estómago rugió de nuevo, dejándole claro que, fuera lo que fuera, estaba más que listo para comer.

Encerrado en tu corazón (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora