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Estaba en mi cuarto, acostado, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. Tener a Rubius en mi casa, con todo lo que implicaba, era ya bastante para procesar, y para colmo, la pandemia se había desatado de golpe, trastocando todo. Intentaba concentrarme en el silencio de la noche, pero no podía dejar de pensar en la situación. Fue entonces cuando noté su presencia, esa cabellera blanca inconfundible asomándose por la puerta.

Vegeta: "¿Qué pasa, chiqui? ¿No puedes dormir?"

Rubén se acercó lentamente, con esa expresión vulnerable que pocas veces le había visto. Su respuesta fue casi un susurro.

Rubén: "No... sigo espantado por lo de la pandemia. No puedo dejar de pensar en eso."

Antes de darme cuenta de lo que hacía, las palabras salieron solas de mi boca, como si no las hubiera planeado.

Vegeta: "¿Quieres dormir aquí?"

No estaba seguro de si aceptaría, pero para mi sorpresa, Rubén asintió. En cuestión de segundos, lo tenía acostado junto a mí, su cuerpo acurrucado contra el mío. No tardó mucho en quedarse profundamente dormido, y mientras lo sentía tan cerca, algo en mí se removió.

Su respiración era suave y constante, y el calor de su cuerpo irradiaba una tranquilidad que, inesperadamente, me relajó. Pero lo que más me sorprendió fue su aroma. A pesar de que llevaba un parche para cubrirlo, podía percibirlo. No era el típico aroma dulce de un omega, era diferente. Un toque ácido, casi como mandarinas recién cortadas, fresco y a la vez tentador. Ese aroma se me hizo completamente adictivo, y no pude evitar inclinarme un poco más hacia él, casi como si quisiera memorizarlo.

Mientras Rubén dormía profundamente, yo intentaba mantener mi mente en calma. Pero tenerlo tan cerca, sentir su calor y ese aroma que me envolvía, hizo que me preguntara si alguna vez podría ver a Rubén solo como un amigo. Mi pecho subía y bajaba al compás de su respiración, y por un momento, todo lo demás —la pandemia, el caos exterior— dejó de importar. Solo estábamos él y yo, compartiendo una intimidad que nunca había imaginado.

Vegeta (pensando para sí): "¿Cómo fue que llegamos a esto, Rubius?"

Pero no había respuesta. Rubén ya estaba profundamente dormido, y yo, sin poder evitarlo, caí poco a poco en el mismo sueño tranquilo, envuelto en ese aroma tan adictivo.

Encerrado en tu corazón (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora