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Era una mañana tranquila en la casa de Vegetta. Rubén estaba en su cuarto, preparándose para comenzar su transmisión diaria. Mientras ajustaba su cámara, un pequeño movimiento captó su atención. Giró lentamente la cabeza y allí, en una esquina del techo, una araña se movía sigilosamente. El corazón de Rubén dio un brinco.

Rubén (en tono nervioso): "Oh no... oh no... ¡Vegettaaa!"

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo del cuarto como si una bomba estuviera a punto de estallar, dejando su configuración a medias. Se apresuró por el pasillo, sus pasos resonando en la casa mientras su respiración se aceleraba.

Rubén (gritando, ya desde la sala): "¡VEGETTAAAA! ¡Hay una araña en mi cuarto! ¡Es gigante!"

Vegetta, que estaba en la cocina preparándose un café, escuchó los gritos y salió corriendo a ver qué sucedía. Cuando vio a Rubén parado en medio de la sala, con los ojos bien abiertos y el rostro pálido, no pudo evitar soltar una pequeña risa.

Vegetta (conteniendo la risa): "¿En serio, Rubén? ¿Una araña? ¿Y has salido corriendo como si fuera a atacarte?"

Rubén (todavía asustado): "¡No te rías! ¡Es enorme! Yo no puedo con esas cosas, ¡se mueven rápido y tienen ocho patas, tío!"

Vegetta dejó su taza de café en la mesa y caminó hacia el cuarto de Rubén con una sonrisa en los labios. Al entrar, buscó en el techo hasta que encontró a la temida araña.

Vegetta (en tono casual): "Ah, sí... mírala, ahí está. No es tan grande como decías, pero está bien, yo me encargo."

Mientras Vegetta agarraba un pañuelo y se preparaba para acabar con la araña, Rubén observaba desde el pasillo, asomándose con cautela pero sin acercarse demasiado.

Rubén (medio en broma, medio serio): "Ten cuidado. No quiero que se te escape y me siga, ¿eh?"

Vegetta aplastó a la araña con facilidad y luego la tiró a la basura. Al regresar al pasillo, se encontró con Rubén aún con expresión de terror.

Vegetta (riendo abiertamente ahora): "Eres muy tierno cuando te asustas así. No sabía que te daban tanto miedo las arañas."

Rubén (cruzándose de brazos, todavía un poco en shock): "Tierno no es la palabra que usaría. Es más como... ¡instinto de supervivencia!"

Vegetta soltó una carcajada y se acercó a él, dándole un suave abrazo para calmarlo.

Vegetta (en tono burlón): "No te preocupes, príncipe. Yo siempre estaré aquí para salvarte de las malvadas arañas."

Rubén (sonriendo, relajándose poco a poco): "Más te vale, porque yo no pienso pelearme con ellas."

Después de ese pequeño susto, ambos continuaron su día con normalidad. Rubén siguió bromeando sobre cómo Vegetta había sido su héroe salvador, y Vegetta no dejaba de recordarle lo "valiente" que había sido al enfrentarse a una simple araña.

Mientras pasaban la tarde juntos, conversaron como siempre lo hacían en su convivencia.

Rubén (en tono relajado mientras navega en su móvil): "Sabes, pensaba... ¿qué pasaría si algún día me encuentro con una tarántula? ¿También me vas a salvar o me vas a dejar morir solo?"

Vegetta (sonriendo, mientras revisa algo en su computadora): "Depende, ¿me traerás el desayuno en la cama después?"

Rubén (riendo): "¡Ni hablar! Con lo que hiciste hoy ya es suficiente. Tú deberías ser el que me traiga el desayuno por salvarme la vida."

Vegetta (con tono juguetón): "Bueno, tal vez lo considere... pero solo si prometes no salir corriendo la próxima vez."

Rubén (en tono bromista): "No puedo prometer nada, Vegetita. Mis pies tienen mente propia cuando hay arañas de por medio."

Y así, entre risas y bromas, su día continuó como uno más en la cuarentena. Aunque Rubén nunca dejaría de tenerle fobia a las arañas, sabía que al menos siempre tendría a Vegetta para "salvarlo" cuando una apareciera.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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Encerrado en tu corazón (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora