capitulo 13: preparándonos para el viaje y un nuevo amigo?

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Elizabeth se había estado sintiendo más fuerte, aunque su hombro aún ardía levemente, pero la emoción de explorar el mundo que las rodeaba la impulsaba. Mientras el grupo se preparaba para continuar su viaje, ella escuchó un sonido peculiar que llamaba su atención. Era un quejido profundo y resonante, como si alguien estuviera en problemas.

-¿Chicas, escuchan eso?-preguntó, volviendo su mirada hacia el bosque denso que rodeaba el campamento.

-No lo sé, Elizabeth. Suena raro-respondió Emily, su voz un poco inquieta.

Sin embargo, la curiosidad de Elizabeth fue más fuerte que cualquier advertencia. Sin esperar respuesta, se adentró en el bosque, guiándose por el sonido. Cada paso la acercaba más a la fuente del quejido. El aire se volvía más denso, y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las hojas.

A medida que se adentraba, los quejidos se intensificaban. Finalmente, llegó a un claro donde se encontró con una escena impactante: un carnotauro, un poderoso dinosaurio de grandes garras y una apariencia feroz, estaba tumbado en el suelo. Su costado estaba manchado de sangre, y sus ojos reflejaban un dolor inmenso.

Elizabeth sintió un nudo en el estómago. A pesar de la feroz reputación de este dinosaurio, no podía ignorar su sufrimiento. Se acercó lentamente, manteniendo la calma.

-Hey, amigo-dijo suavemente-. Estoy aquí para ayudarte.

El carnotauro levantó la cabeza, sus ojos fijos en ella, llenos de desconfianza. Elizabeth se arrodilló a su lado, tratando de mostrarle que no era una amenaza. El sonido del corazón del dinosaurio era un tamborileo, una mezcla de dolor y temor.

-Voy a cuidar de ti, lo prometo-murmuró, buscando alguna forma de evaluar su herida. Mientras examinaba, notó que la herida no era tan profunda, pero la infección había comenzado a extenderse.

Un impulso de compasión la invadió, y sin pensar en las consecuencias, decidió que debía ayudarlo. Elizabeth sabía que había hierbas en el bosque que podían ser útiles para desinfectar la herida. Con determinación, se levantó y comenzó a buscar.

Regresó al carnotauro con las hierbas en mano y las aplicó cuidadosamente sobre la herida. El dinosaurio se estremeció, pero Elizabeth continuó, murmurando palabras tranquilizadoras. Era un acto de fe, una conexión que sentía que podían compartir. Después de varios momentos, el carnotauro dejó de moverse tanto, como si comenzara a confiar en ella.

-Creo que te voy a llamar Toro-dijo, sonriendo al ver que el carnotauro parecía más relajado. Esa sonrisa se convirtió en un brillo de esperanza.

Fue en ese momento, mientras acariciaba la cabeza de Toro, que se dio cuenta de algo extraño. Su implante comenzó a brillar suavemente, irradiando una luz tenue que iluminó el claro. Elizabeth se sintió sorprendida; la luz parecía pulsar al ritmo de su corazón.

-¿Qué es esto?-se preguntó en voz alta, mientras observaba cómo la luz se intensificaba con su emoción.

Toro, sintiendo el cambio en su entorno, la miró fijamente, como si estuviera esperando algo. De repente, la luz de su implante proyectó un holograma en el aire, mostrando imágenes de objetos y herramientas que podrían crear. Elizabeth parpadeó, incrédula.

-¿Puedo... crear cosas?-murmuró, tocando el holograma. La imagen se desvaneció, y su mente comenzó a trabajar rápidamente. Empezó a visualizar una montura para Toro, algo que le permitiría montarlo y que ambos pudieran colaborar.

Concentrándose, sintió el impulso de unir las ideas que danzaban en su mente. Las imágenes comenzaron a transformarse en algo tangible. Con un movimiento de sus manos, las formas comenzaron a tomar forma en el aire, y pronto, una montura básica se fue materializando.

Ecos del arca: Valguero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora