capitulo 15: el cielo es majestuoso

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El día comenzaba en Valguero, y el sol aún no asomaba por completo cuando Elizabeth se levantó con la sensación de que ese día podía ser decisivo. Decidida a aprovechar al máximo su implante, repasaba mentalmente las ideas que había tenido la noche anterior. Sentada en su rincón habitual, rodeada por un pequeño montón de materiales que había recolectado, comenzó a idear su próximo plan.

Con un par de rocas afiladas, algo de cuerda hecha de fibras de plantas y unas lianas que encontró en su última expedición, decidió intentar crear unas boleadoras. Recordaba haber visto a los nativos de antiguas tierras usar esas herramientas para atrapar aves o animales veloces, y si funcionaba con ellos, tal vez serviría para desactivar o al menos inmovilizar a los Pteranodon.

Mientras sus manos trabajaban con destreza, sintió una presencia a su lado. Era Nina, quien se había acercado sigilosamente y la observaba con curiosidad.

-¿Eso es para atrapar a los Pteranodon? -preguntó Nina con una mezcla de escepticismo e interés-. Suena ingenioso, pero, ¿realmente crees que funcionará?

Elizabeth levantó la mirada brevemente antes de concentrarse de nuevo en su creación.

-Si logramos lanzarles esto y desorientarlos, podríamos acercarnos sin que se asusten -explicó mientras ajustaba las cuerdas de las boleadoras-. Aunque, claro, necesitamos algo más para asegurarnos de que se queden quietos lo suficiente.

Nina se cruzó de brazos y frunció el ceño, pensativa.

-He notado que a los Pteranodon les gusta el pescado. Quizás si logramos capturar algunos, podamos atraerlos más fácilmente.

Elizabeth asintió mientras daba el último ajuste a las boleadoras.

-Buena idea. Pero estaba pensando en algo más eficiente. Algo que no solo los atraiga, sino que los deje fuera de combate por un rato. -Levantó una ceja y, con un brillo en los ojos, agregó-. Flechas narcóticas.

Nina la miró con sorpresa y cierta admiración.

-¿De dónde sacaste esa idea? -preguntó, claramente interesada.

Elizabeth sonrió ligeramente y sacó su diario. Allí había estado anotando todos los descubrimientos que hacía con su implante, y entre ellos, había algunas fórmulas que podrían servir para crear una mezcla sedante. Señaló una página con dibujos y fórmulas que había estado registrando a lo largo de sus exploraciones.

-Podemos hacer un veneno suave con las plantas que tenemos alrededor. Nada letal, solo lo suficiente para dormirlos por un tiempo. Así podremos acercarnos y darles pescado mientras duermen. De esa manera, podrían empezar a confiar en nosotras.

Nina asintió lentamente, comprendiendo la estrategia.

-Eso suena mucho mejor. Vamos a por los ingredientes. Si hacemos esto bien, tendremos un Pteranodon domado en poco tiempo.

Ambas se pusieron en marcha. Decidieron adentrarse en el bosque cercano, donde Elizabeth sabía que podían encontrar las plantas necesarias para hacer el sedante. Mientras caminaban, Elizabeth aprovechaba cada minuto para hacer notas mentales y observar atentamente el entorno, anotando en su diario cualquier detalle que pudiera servirles en el futuro.

Después de una hora de búsqueda, habían encontrado todo lo que necesitaban: raíces de plantas medicinales, hojas venenosas y una resina que sería el agente estabilizador del sedante. El sol ya comenzaba a subir más en el horizonte cuando regresaron a su campamento.

Con precisión y cuidado, Elizabeth mezcló los ingredientes mientras Nina la ayudaba a afilar las flechas. Ambas trabajaban en silencio, concentradas en la misión. Elizabeth utilizaba su implante para guiarlas, asegurándose de que la cantidad de veneno fuera la justa para no hacerles daño permanente a los Pteranodon.

Ecos del arca: Valguero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora