Especial: Un día con lana

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El primer rayo de sol atravesó las copas de los árboles y bañó el campamento en una cálida luz dorada. El canto lejano de las aves y el murmullo del viento sobre las hojas despertaron a Lana, quien abrió los ojos lentamente. Su rutina matutina comenzaba siempre temprano, mucho antes que el resto del grupo, porque le gustaba tener unos momentos de tranquilidad para planificar el día y asegurarse de que todo estuviera en orden.

Mientras se sentaba en su cama improvisada dentro del refugio, estiró sus músculos adormecidos por la noche y observó su entorno. El campamento estaba en silencio. Elizabeth y las demás aún dormían, agotadas por el trabajo del día anterior. Lana, en cambio, siempre sentía que debía estar un paso adelante. Sabía que, para mantener a su grupo fuerte y preparado, no podían permitirse ningún tipo de descuido. Miró alrededor, repasando mentalmente una lista de cosas que debían hacer.

Revisión de Suministros

Lo primero en su lista siempre era revisar los suministros. Sabía que no podían permitirse quedar sin alimentos, materiales o municiones, especialmente en un lugar tan hostil como el Arca. Lana caminó hacia el almacén improvisado donde guardaban los recursos que habían reunido. La madera, las piedras y el metal estaban organizados en montones, pero algo captó su atención: las bayas y los alimentos para las criaturas estaban menguando.

—Hmm, parece que nos estamos quedando sin bayas rojas y azules. Tendremos que recolectar más hoy —murmuró para sí misma.

También revisó las armas. Había suficientes flechas y municiones, pero notó que algunas de las lanzas y arcos necesitaban reparaciones. Anotó mentalmente hacer esto más tarde. Sabía que un arma rota en el momento equivocado podía ser fatal.

Satisfecha con la revisión, salió del almacén y comenzó a preparar sus herramientas para la jornada.

Salida con su Parasaurio y Nutria

Lana siempre tenía compañía en sus tareas diarias. Su fiel Parasaurio, un dinosaurio de tamaño mediano con un pico largo y una gran capacidad para recolectar bayas, la seguía a donde fuera. Además, su pequeña nutria, a la que llamaba **Fluffy**, descansaba sobre sus hombros. La nutria, a pesar de su diminuto tamaño, era extremadamente útil, especialmente para mantenerse caliente en las frías noches de la isla, y Lana la apreciaba mucho por su lealtad y compañía.

—Bueno, es hora de salir a trabajar, chicos —dijo Lana, acariciando el suave pelaje de Fluffy mientras montaba al Parasaurio—. Hoy necesitamos bayas, y muchas.

Se dirigió hacia la llanura cercana al campamento, un lugar donde las plantas crecían en abundancia. A medida que avanzaba, el Parasaurio comenzaba a hacer lo suyo: mordisqueaba las plantas y arbustos, recolectando grandes cantidades de bayas en sus mandíbulas. Lana sonreía mientras Fluffy se acomodaba en su cuello, disfrutando del sol de la mañana.

Reunieron varias bolsas de bayas, asegurándose de tener una buena cantidad de las necesarias para mantener alimentados a los dinosaurios del grupo y preparar narcóticos para futuros domos. Era un trabajo tedioso pero crucial para la supervivencia. Lana siempre había sido la más meticulosa del grupo, preocupándose por los pequeños detalles que a veces los demás pasaban por alto.

Entrenamiento Diario

Después de un par de horas de recolección, Lana decidió que era momento de cambiar de actividad. El trabajo físico le ayudaba a despejar la mente y mantenerse en forma. Desmontó de su Parasaurio, que ya cargaba con suficientes bayas, y lo envió de vuelta al campamento.

—Hora de entrenar —se dijo a sí misma, mientras recogía su lanza y se preparaba para el ejercicio.

A diferencia de algunas de las otras chicas, Lana se había entrenado en el manejo de varias armas. Sabía que, en el Arca, estar preparada para el combate podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Su especialidad era la lanza, aunque también era hábil con el arco. Esa mañana, después de estirar sus músculos, comenzó a practicar con movimientos rápidos y precisos.

Cada golpe, cada embestida con la lanza era calculada y llena de fuerza. Se movía con agilidad, simulando atacar y defenderse de un enemigo invisible. Sabía que nunca podía bajar la guardia. Había aprendido a lo largo de los meses que en el Arca, un segundo de distracción podía ser fatal. La práctica la mantenía enfocada, y eso también la hacía sentir más fuerte y en control.

Momento con Emily

Tras terminar su entrenamiento, Lana regresó al campamento con el Parasaurio a su lado. Fluffy, quien se había quedado dormida durante el trayecto, despertó cuando Lana desmontó y la acarició suavemente. El campamento ya estaba más animado a esa hora. Elizabeth y las demás se habían levantado y estaban preparando los planes del día.

Emily estaba organizando los suministros que habían recolectado el día anterior y sonrió al ver a Lana.

—Parece que has tenido una mañana productiva —dijo Emily, observando las bolsas de bayas que Lana había traído.

—Sí, tenemos suficientes para un buen tiempo. Pero aún queda mucho por hacer. Algunas de las armas necesitan reparaciones, y deberíamos asegurarnos de que las trampas estén en su lugar.

Emily asintió, su mirada volviéndose seria por un momento antes de relajarse de nuevo.

—Sí, lo sé. Pero también debemos descansar un poco de vez en cuando —comentó mientras se acercaba a Lana—. A veces te veo trabajar sin parar y me preocupo por ti.

Lana sonrió suavemente. Sabía que Emily tenía razón, pero siempre sentía que debía hacer más, que su responsabilidad con el grupo era vital.

—Lo sé, pero si no lo hago, ¿quién lo hará? —respondió Lana con un tono que mezclaba determinación y cariño.

Emily suspiró, aunque una sonrisa juguetona se formó en sus labios.

—Entonces, ¿qué tal si trabajamos juntas? Podemos hacerlo todo más rápido y luego tomamos un descanso. Además, he estado pensando en hacer un pequeño entrenamiento con las criaturas. Rappy está creciendo tan rápido que ya casi no cabe en la cangurera, y creo que necesita más espacio para moverse y entrenar.

Lana se rió ante el comentario. El raptor de Emily, Rappy, era como un cachorro demasiado grande para sus propias patas, pero con un potencial increíble como montura de combate.

—Eso suena como un buen plan —dijo Lana, mientras ambas se dirigían a revisar a los dinosaurios y prepararse para el entrenamiento del día.

Las horas siguientes las pasaron juntas, trabajando codo a codo, entrenando a las criaturas y organizando el campamento. A pesar de que el trabajo en el Arca nunca se terminaba, pasar tiempo con Emily siempre hacía que los días fueran más llevaderos. Había una conexión entre ellas, una camaradería que iba más allá de la simple amistad. Compartían la carga del liderazgo y del trabajo diario, y ambas sabían que, juntas, podían enfrentarse a cualquier cosa que el Arca les arrojara.

Mientras el sol comenzaba a ponerse y el día llegaba a su fin, Lana se sentó junto a Emily frente a la fogata. Miró el horizonte, sabiendo que el siguiente día traería más desafíos, pero también sintiéndose satisfecha con lo que habían logrado.

—Otro día en el Arca —dijo Lana en voz baja, más para sí misma que para Emily.

—Otro día sobrevivido —respondió Emily, sonriendo mientras el fuego crepitaba suavemente.

Y así, el día de Lana terminaba como siempre: con la certeza de que, aunque el Arca fuera un lugar peligroso, mientras estuvieran juntas, siempre encontrarían la manera de salir adelante.

Ecos del arca: Valguero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora