Habían pasado ya dos semanas y medias desde la expedición a las cuevas. Las chicas, después de un intenso periodo de recuperación, se encontraban mejor, tanto ellas como sus dinosaurios. Las heridas profundas, físicas y emocionales, todavía dejaban marcas, pero la vida en la base había retomado un ritmo casi normal. Las seis cabañas que habían construido alrededor del almacén estaban interconectadas por pequeños senderos de tierra, y todo parecía estar en orden. Detrás del almacén, el río fluía con su habitual serenidad, ofreciendo una sensación de paz que contrastaba con las violentas batallas que las chicas habían enfrentado.
Los dinosaurios, que también habían sufrido durante la incursión en las cuevas, se habían recuperado gracias a los cuidados de las chicas. Elizabeth supervisaba de cerca a Tigresa, su Thylacoleo, mientras Sam dedicaba tiempo a Diego y Fiera, sus dos fieles dientes de sable. Garras, el temible Therizinosaurio de Elizabeth, estaba en plena forma, afilando sus garras contra las rocas del entorno, mientras Toro, el poderoso Carnotauro, patrullaba cerca de la base, siempre atento a cualquier amenaza.
-Parece que todo está volviendo a la normalidad -comentó Lana mientras inspeccionaba las cicatrices en su brazo, recordando la última batalla en la cueva.
-Sí, pero no podemos confiarnos -respondió Emily, quien acariciaba suavemente a Rappy, su fiel raptora.
La calma en la base era una ilusión; las chicas lo sabían. Cualquier día, cualquier momento, podía convertirse en una lucha por la supervivencia. No había tiempo para bajar la guardia. Así que, con esa mentalidad, decidieron que era hora de salir a recolectar materiales para seguir mejorando la base. Necesitaban reforzar las defensas, construir más torretas y tener recursos suficientes para cualquier eventualidad.
-Tenemos que asegurarnos de llevar suficientes criopots -dijo Elizabeth mientras revisaba su equipo. A pesar de la aparente tranquilidad, su instinto le decía que algo podía salir mal. No era la primera vez que esa sensación la invadía, y siempre había tenido razón.
-No te preocupes, Liz. Estamos listas para cualquier cosa -le dijo Nina, dándole una palmada en el hombro. Ella también había sentido la tensión en el ambiente, pero intentaba mantenerse optimista.
Decidieron dividirse en dos grupos para cubrir más terreno. Sam, Emily y Lana fueron hacia las colinas al este de la base, donde habían detectado depósitos de metal y cristal, mientras que Elizabeth, Nina e Iris optaron por quedarse cerca, recolectando madera y piedra, materiales esenciales para reforzar las construcciones de la base.
El sol estaba en su punto más alto cuando comenzaron a trabajar. Elizabeth levantaba el hacha, cortando los troncos de los árboles con precisión. Tigresa estaba cerca, atenta a cada movimiento de su dueña, lista para cualquier peligro. A lo lejos, los sonidos naturales del bosque parecían cantar una melodía de paz. Los pájaros volaban de un árbol a otro, y el viento susurraba entre las hojas. Pero debajo de esa calma, se escondía una amenaza que pronto haría su aparición.
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Ecos del arca: Valguero
Science FictionElizabeth despierta en Valguero, un mundo artificial diseñado para preservar la vida después del colapso de la Tierra. Con un implante en su brazo, rodeada de una fauna prehistórica y tecnología avanzada, deberá descubrir los secretos del Arca mient...